La llamaban la ciudad bajo el hielo y así ha quedado, enterrada bajo la nieve, desde que en 1967 fue abandonada y parcialmente desmantelada. Camp Century fue una base militar que los estadounidenses construyeron en 1959 en Groenlandia, un territorio de Dinamarca.

En plena Guerra Fría, la isla helada era un lugar estratégico, pues la ruta por el Ártico era la más corta entre EEUU y la antigua URSS. Así que en 1951 los estadounidenses acordaron con los daneses defender Groenlandia de posibles ataques soviéticos construyendo varias bases aéreas en ese inhóspito lugar.Ocho años después, los ingenieros del Ejército estadounidense levantaron a unos 200 kilómetros de la costa de Groenlandia la base de Camp Century, que albergó a entre 85 y 200 soldados. Para abastecerla de energía, instalaron un reactor nuclear.

Oficialmente iba a ser utilizada para probar técnicas de construcción y llevar a cabo estudios científicos. En efecto, los investigadores tomaron muestras de hielo (testigos) que fueron usadas para recopilar datos sobre el clima ártico y que siguen siendo citados en la actualidad en estudios científicos. Pero lo que los americanos ocultaron a los daneses es que la base también sería utilizada para preparar el desarrollo de un programa de alto secreto, denominado Proyecto Iceworm (Gusano de Hielo), que evaluaría si era viable construir plataformas de lanzamiento de misiles nucleares situadas cerca de la URSS. Residuos tóxicos enterradosNunca se llegó a construir esa gran instalación basada en el diseño de Camp Century, y que habría albergado un sistema de túneles de 4.000 kilómetros de extensión bajo el manto de hielo con capacidad para lanzar 600 misiles nucleares. Varios años después, el Proyecto Gusano de Hielo fue descartado y la base quedó en desuso. Los estadounidenses retiraron la cámara que albergaba el reactor nuclear, pero dejaron el resto de las infraestructuras y los residuos tóxicos generados durante su uso, asumiendo que el hielo los dejaría enterrados para siempre. La nieve, sin embargo, los dejado a una profundidad de unos 35 metros.Sin embargo, un estudio publicado a principios de agosto en la revista Geophysical Research Letters alerta de que el aceleramiento del deshielo debido al cambio climático podría dejar al descubierto esos peligrosos residuos, con el consiguiente impacto ambiental. Según sugieren los modelos climáticos usados para este estudio, el lugar del corazón de Groenlandia donde se construyó la base podría comenzar a derretirse antes de que acabe el siglo, hacia 2090, cuando la cantidad de nieve derretida supere a la nieve que cae. «Hace dos generaciones se enterraron residuos en distintos lugares del mundo, y ahora el cambio climático está modificando esos sitios», explica William Colgan, investigador del clima de la Universidad de York en Toronto (Canadá) y autor principal de la investigación. La cuestión, añade, no es si estos residuos terminarán quedando expuestos, sino cuánto tiempo falta para que ocurra: cientos de años, miles de años, o decenas de miles de años: «Estos materiales iban a salir a la luz en cualquier caso, pero lo que ha hecho el cambio climático es equivalente a pisar el acelerador y hacer que ocurra mucho más rápido de lo que se pensaba», señala Colgan en una nota de prensa. Según precisan los investigadores, los restos de Camp Century se extienden por una superficie de 55 hectáreas (equivalentes a unos 100 campos de fútbol aproximadamente). Calculan que bajo el hielo hay 200.000 litros de combustible diésel y 240.000 litros de agua contaminada (que incluye aguas residuales), a lo que hay que añadir una cantidad indeterminada de refrigerantes radiactivos procedentes del reactor nuclear. Asimismo, basándose en los materiales que se usaban en aquella época en las construcciones del Ártico, creen que el área podría contener policlorobifenilos (PCB) o bifenilos policlorados, compuestos tóxicos para la salud humana. Cuando el hielo se derrita, advierten los investigadores, los productos contaminantes podrían llegar al océano, generando un grave impacto en los ecosistemas marinos.Para realizar esta investigación, los científicos hicieron un inventario de los residuos de Camp Century y realizaron simulaciones climáticas sobre la situación en un Ártico más cálido. Asimismo, consultaron documentos históricos del Ejército de EEUU para determinar dónde y a qué profundidad fueron enterrados los residuos tóxicos y determinaron cuánto se había movido la capa de hielo desde los años 50. Los datos de radar de la misión aérea de la NASA Operation IceBridge les permitió determinar la localización y la profundidad actual de la base.¿Quién descontaminará la zona?La controvertida decisión de los estadounidenses de abandonar estas instalaciones y enterrar los residuos bajo la nieve no sólo tiene implicaciones ambientales. ¿Quién será el responsable de descontaminar la zona? El asunto, señalan los autores, podría desatar una disputa política entre los países implicados. Y es que, aunque la legislación internacional es clara sobre la responsabilidad para evitar el impacto ambiental de los residuos futuros, es ambigua sobre quién es responsable de los residuos que ya han sido desechados, según explica Jessica Green, científica especializada en legislación internacional ambiental de la Universidad de Nueva York. Aunque Camp Century era una base de EEUU, se estableció en suelo danés, y a pesar de que Groenlandia es un territorio de Dinamarca, cuenta ahora con un gobierno propio, detalla. No obstante, el estudio no propone ninguna estrategia para que desde ya se intente paliar el futuro impacto de estos residuos tóxicos. Están enterrados a varias decenas de metros bajo el hielo, por lo que cualquier plan para descontaminar la zona en la actualidad sería muy caro y complicado desde el punto de vista técnico. Según señala Jennifer Mercer, una científica de la National Science Foundation especializada en operaciones en la capa de hielo de Groenlandia que no ha participado en este estudio, habrá que esperar a que la capa de hielo se derrita para que se pongan en marcha medidas para paliar el impacto ambiental.

Por Teresa Guerreto, elmundo.es