La FAO presentó las Directrices voluntarias para políticas agroambientales ante ministros y representantes de países de América Latina y el Caribe, en un evento paralelo a la reunión de la COP13 en Cancún, México.
Las Directrices buscan combatir los impactos del deterioro ambiental y promover una agricultura sostenible frente alcambio climático en la región, un factor clave para erradicar el hambre y la pobreza.
Sirven como una guía para que los países creen políticas que promuevan patrones de producción y consumo sostenibles y les permitan transformar sus modelos agro-productivos para garantizar la sostenibilidad de su desarrollo y cumplir el Acuerdo del Clima de París.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, la transición hacia un futuro sostenible requiere actuar en las complejas interacciones entre la economía, la sociedad, la agricultura y los ecosistemas naturales.
Los países de América Latina y el Caribe comparten desafíos ambientales comunes, que incluyen la adaptación de la agricultura al cambio climático, la conservación de biodiversidad, la adecuada gestión del agua y suelos y mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La Directrices fueron presentadas en un evento paralelo a la 13º Conferencia de las partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica, junto a la Comisión Nacional para el Conocimiento y el Uso de la Biodiversidad (CONABIO), la Secretaria de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y la ONG Razonatura.
Proteger los recursos que sostienen la seguridad alimentaria
El 37% de la superficie de América Latina y el Caribe es utilizada para actividades agropecuarias, lo que plantea grandes desafíos para la producción sostenible y el cuidado del medio ambiente.
Según la FAO, la región experimenta una creciente presión sobre los recursos naturales que cuales sustentan la producción de alimentos y la seguridad alimentaria.
Las directrices presentadas en el marco de la COP13 señalan que los impactos del deterioro ambiental y del cambio climático afectan sobre todo a los sectores sociales más vulnerables.
Los agricultores familiares, los pescadores artesanales, los pequeños productores forestales, los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales son quienes dependen de forma más directa de los recursos naturales para su subsistencia y seguridad alimentaria.
En América Latina y el Caribe, la agricultura familiar representa de 75% del total de las unidades productivas y en algunos países supera 90%, abarcando una población de 60 millones de personas, por lo que salvaguardar el medioambiente y los recursos naturales de los cuales dependen es clave para su desarrollo actual y futuro.
¿Qué son las Directrices voluntarias?
Las Directrices voluntarias para las políticas agroambientales han sido preparadas a través de un amplio proceso de consultas entre autoridades y especialistas de la región, con el apoyo del Programa de Cooperación Internacional Brasil/FAO.
La aplicación de estas directrices podrá ampliar los potenciales beneficios ambientales de las actividades agropecuaria, forestal, pesquera y acuícola, reducir sus impactos sobre los ecosistemas y mejorar la disponibilidad de alimentos y la seguridad alimentaria y nutricional.
Los países de la región, con el apoyo de la FAO, promoverán estas directrices voluntarias como una guía para mejorar las políticas bajo un enfoque agroambiental que vincula sociedad, territorio, medioambiente y economía de manera más integrada y armónica.
Las políticas que nazcan de estas directrices serán formuladas mediante la interacción con distintos actores sociales, y buscan promover el desarrollo rural con enfoque territorial y según principios de conservación y manejo sostenible de los recursos naturales.
Preciados recursos bajo amenaza
América Latina y el Caribe dispone del 15% de la superficie total mundial de tierra agrícola, recibe casi 30% de la precipitación y genera 33% de la escorrentía mundial.
Sin embargo, la rápida explotación de minerales, gas, bosques y pasturas está produciendo cambios dramáticos en el uso de la tierra: actualmente, la región sufre el 14% de la degradación mundial de suelos, cifra que alcanza el 26 % para Mesoamérica.
Si bien la deforestación ha disminuido en las últimas décadas, la región aún tiene la segunda tasa más alta a nivel mundial, y cada año más de dos millones de hectáreas de bosques se pierden.
En las últimas tres décadas la extracción de agua se ha duplicado en la región con un ritmo muy superior al promedio mundial, la mayor parte de la cual se utiliza en agricultura.