«Guadalajara en un llano, México en una laguna», dice la famosa tonadilla. Y así podría volver a ser, pues algunos barrios de la Ciudad de México se están desmoronando. Varias zonas de la capital se hunden entre 10 y 20 cm anualmente debido a su construcción en un terreno sobre el que hace años se extendía el lago de Texcoco, un proceso de enterramiento que se está acelerando por las fuertes sequías que provoca el cambio climático.

La megalópolis de 23 millones de personas -la más grande de toda América- se asienta sobre una tierra blanda y arcillosa en la que sus acuíferos están cada vez más secos, lo que desestabiliza un subsuelo que poco a poco succiona calles, tuberías, edificios y monumentos. «La Ciudad de México se levantó donde había un lago que fue drenado y lo que ocurre con construcciones que están sobre estructuras movedizas es que cuando hay poca lluvia el suelo se reblandece», explica el físico Alfredo Sandoval Villalbazo, profesor de la Universidad Iberoamericana.

Y, en ese aspecto, el cambio climático es uno de los factores fundamentales que están secando los acuíferos -aguas subterráneas- de la capital. Varios científicos consultados aseguran a ABC que el nivel de precipitación promedio al año en la Ciudad de México es menor que hace unas décadas. Pero, además, el régimen de sequías y lluvias se encuentra alterado.

Inundaciones y sequías
En México, al igual que en otras partes de América Latina, no hay cuatro estaciones como en Europa, sino dos: época lluviosa -de mayo a septiembre- y seca, el resto del año. Los científicos están alarmados porque las precipitaciones son más pronunciadas en la estación de lluvias, provocando inundaciones, y las sequías también son más exageradas.

«Hay una relación directa entre los cambios del clima con el régimen de lluvias. Las sequías en la CDMX y zonas metropolitanas son cada vez más frecuentes y extensas», señala Omar Meza González, director de la consultora ambiental Terranova. Para Meza, este efecto es producto de la deforestación, ya que desde la gobernación no se han destinado «muchos recursos» para plantar nuevos árboles, y los elevados niveles de contaminación en una monstruosa urbe en la que sus habitantes pasan de media 2,4 años de su vida laboral atrapados en el tráfico, según un estudio.

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