En 2010 el pueblo de El Torno, en el departamento colombiano de Sucre, al norte del país, fue gravemente afectado por una inundación que destruyó cultivos y casas, pero hoy esta comunidad de 600 habitantes es un ejemplo de resiliencia y adaptación al cambio climático de forma sostenible.
“Este pueblo ha renacido totalmente desde las lluvias torrenciales que casi lo destruyeron en 2010”, aseguró a Efe la responsable del proyecto de adaptación de la zona al cambio climático de Naciones Unidas, Diana Díaz.

Desde 2013 el Ministerio de Medio Ambiente y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) trabajan codo a codo con los líderes comunales de esta cálida región colombiana para transformar la fisonomía de la zona y preparar a sus habitantes frente a las adversidades del calentamiento global a través de planes agrícolas, de vivienda y de formación multidisciplinar.

“Nunca podremos evitar los fenómenos naturales, pero sí que podemos reducir su impacto sobre la población”, sostiene Díaz, psicóloga con corazón de cooperante que ha estado en escenarios tan hostiles como Haití después del terremoto de 2010 y que trabaja en Colombia, que ayer celebró con el resto del mundo el Día de la Tierra.

Prevención de desastres
Entre otras acciones, el PNUD ha recuperado cultivos y semillas tradicionales que resisten inundaciones, sequías y plagas, ha creado viviendas adaptadas a las inclemencias climatológicas y ha puesto en marcha una ambiciosa red de estaciones hidrológicas que advierten a los habitantes cuando el río San Jorge empieza a ser una amenaza.
Por desgracia, estas innovaciones no existían en 2010 cuando se produjeron unas inmensas inundaciones que a pesar de causar pocas víctimas mortales, afectaron a 211.000 personas de la región de La Mojana, destruyendo cultivos, ecosistemas y más de 20.000 viviendas.
Desde entonces, el Ministerio de Ambiente y el PNUD, en cooperación con los entes locales, iniciaron un plan piloto para evitar que más desastres así se produjeran en la zona que se ha convertido en un ejemplo de buenas practicas de prevención de desastres.
“Con proyectos como este, valorado en unos ocho millones de dólares, se evitan tragedias como la avalancha de Mocoa del mes pasado (que dejó más de 300 muertos). Los desastres no son naturales, son sociales y políticos”, advierte Díaz mientras muestra orgullosa los bosques plantados por las comunidades alrededor del río San Jorge, que regulan su cauce a la vez que ofrecen fruta y pasto para el ganado.