Desde tiempos inmemorables, pocos ecosistemas han tenido un papel tan importante en la seguridad alimentaria de las poblaciones aborígenes costeras y en la protección de la biodiversidad marino-costera como los manglares. Hoy día, con el creciente impacto del cambio climático y el aumento de eventos climáticos extremos, la protección que los manglares dan a las costas en las cuales están presentes genera una alta resiliencia y la protección de poblaciones humanas pobres y frágiles.
Normalmente encontrados en zonas estuarinas (desembocaduras de ríos al mar), el ecosistema manglar está formado por una sucesión de varias especies que van desde la línea de costa, sometidos a los efectos de la marea y con cambios importantes en el contenido de sal del agua, hasta tierra firme. Así tenemos, en una ‘zonificación’ desde la orilla de estuario o del mar hacia adentro: el mangle rojo (Rizophora mangle), seguido por una zona de mangle negro (Avicennia germinans), la cual a su vez se continua con una zona de mangle blanco (Laguncularia racemosa), para finalmente pasar a una zona de mangle de botoncillo (Conocarpus erectus), ya en tierra firme. Las intrincadas raíces ‘zanco’ de los mangles disminuyen la velocidad de las aguas y ayudan a la deposición de sedimentos, permitiendo que otros ecosistemas aledaños que son sensibles a aguas turbias y sedimentosas puedan existir. En esas capas de sedimentos finos que generalmente se encuentran entre los manglares de grandes estuarios del país, como por ejemplo en el Golfo de Guayaquil y en varias zonas en las costas de Esmeraldas, crecen las poblaciones de concha prieta (Andara tuberculosa) y cangrejo rojo (Ucides occidentalis), tan importante en nuestra gastronomía. Muchos más allá, las aguas interiores en el ecosistema manglar del Golfo de Guayaquil, por solo dar un ejemplo, proporciona abundantes recursos pesqueros para la población local y aún para la exportación (como es el caso del Camarón Pomada).
Antes de fines de los años 80, el manglar era considerado un ecosistema sin mayores beneficios para el país, lo que llevo a un intenso proceso de otorgamiento de lotes de manglar para su ‘desarrollo’ y de deforestación de los mismos para el establecimiento, principalmente, de granjas camaroneras. Hacia 1969 se habían hecho estimaciones de que la cobertura de manglar en el país era de alrededor de 204.000 hectáreas, mientras que para el año 2006 se estimó que la cobertura de manglares era de solo 147.220 ha, lo que representaba una disminución de aproximadamente 27%.
Los manglares pueden también ser fuente de ingresos a la población local por el elevado atractivo de la biodiversidad que mantienen, particularmente de aves marinas, como ocurre en la Reserva Manglares Churute.
Un creciente número de turistas nacionales y extranjeros visitan nuestros manglares y contribuyen tanto a la conservación como a la economía local.
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