Hoy el “buen vivir” se hace presente, y se inscribe incluso en las constituciones de países como Ecuador y Bolivia. Este termino aborda numerosos conceptos ligados a la calidad de vida y a la felicidad de una persona, desde la perspectiva social, ambiental pero también desde la humana. Se trata de un a frase que aborda un compendio de principios fundamentales y universales para alimentar la vida misma, ya no solo como seres en comunidad, si no como seres vivos que exigimos necesidades físicas y anímicas.

El buen vivir es un modelo de vida para muchas culturas indígenas de America; es algo más que un concepto o una utopía. Se trata de una práctica viva, que se vivifica más conforme se comparte, y así es como ha llegado, de generación en generación, hasta los actuales indígenas. Sorprendentemente, casi todas las culturas comparten esta práctica, que aunque es nombrada de distintas maneras, puede ser genéricamente entendida de esta forma.

Por ejemplo, en el mundo andino sudamericano se hace presente en Ecuador, donde se le conoce como Sumak Kawsay; en los aymaras de Bolivia, donde se le conoce como Suma Qamañaos; y en los Guaranís de Bolivia y Paraguay, que hablan de Ñande Riko (vida armoniosa), así como en los mapuches de Chile que practican el Kyme Mogen. En Centroamérica, los tzeltales de Chiapas se refieren a la vida buena como Lekil Kuxlejal y los idiomas mayas de Guatemala lo traducen como Utzilãj K’aslemal.

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Todas estas definiciones aluden a practicas de igualdad, convivencia comunitaria, reciprocidad y de relaciones armónicas con los otros y con la Madre Tierra. Y si bien no se trata de idealizar a las culturas precolombinas, sí podemos escuchar lo que la cosmovisión de estos pueblos nos puede aportar en la actualidad, sobre todo en épocas donde el prototipo de ciudad contemporánea prevalece, por encima de todo, al espíritu individualista, y al poco o nulo respeto hacia el medio ambiente.

En breve te compartimos cinco lecciones halladas en esta profunda cosmovisión que, vale la pena destacar, podría ayudarnos a construir mejores comunidades y un mejor planeta:

La ética cósmica

Convivir bien, y no vivir mejor que los otros, es lo que para el sociólogo boliviano Xavier Albó sostiene la ética de estas comunidades indígenas.  Es también una ética para con la naturaleza, sobre cómo convivir con todo lo que nos rodea, entendiendo nuestra vida como una profunda interrelación con otros seres vivos y no como un proceso aislado. Así, la ética cósmica del Buen Vivir toma en cuenta todas las dimensiones de la vida y procura la realización afectiva y espiritual para con todos los seres, incluso con el cosmos.

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Comprender y llevar a la práctica una ética así requiere un arduo trabajo de reflexión y de lucha diaria por evitar las conductas individualistas y oportunistas que a veces tomamos (quizás con afán de sobrevivir), pero que son muy perjudiciales y poco éticas. Pero si algo queda claro es que cultivar otra ética es posible: una de bienestar general y no de bienestar para unos pocos; de solidaridad y no de competencia.

La economía sustentable

Siendo comunidades pequeñas, lo que estos pueblos ponen en práctica suelen ser formas económicas de trueque. También viven con un esfuerzo colectivo y bastante equitativo que hace del trabajo una esfera menos desigual para todos los miembros de la comunidad. Y por supuesto, usan a la naturaleza pero siempre retribuyendo todo lo que ésta les da.

Todo esto puede ser puesto en práctica por nosotros de forma local: en nuestros espacios de trabajo, en la escuela o con los vecinos, optando por hacer intercambios de diversos productos u ofreciendo trabajo solidario. También podemos hacerlo procurando producir nosotros mismos aquellos objetos que necesitamos, como muebles, ropa, productos de aseo personal u otro tipo de utensilios y productos, volviéndonos así más autosuficientes.

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Somos uno con la naturaleza

Mantener un lazo de profundo respeto con la Madre Tierra resulta un imperativo para las comunidades indígenas, porque desde el Buen Vivir se entiende que ella, el universo y nosotros somos un mismo elemento de vida. Por eso cuenta David Choquehuanca, indígena y político en Bolivia, que “desde tiempos inmemoriales acostumbramos hablar con nuestras aguas y respetarlas, con nuestro sol y nuestra luna, con los vientos, los puntos cardinales y todos los animales y plantas de nuestras tierras que nos acompañan”.

Nosotros también podemos hablar con la naturaleza: con las plantas que sembremos en nuestro hogar, por ejemplo, pues además de hacerles un bien a ellas (pues está comprobado que son seres que escuchan), nos puede ayudar terapéuticamente. Pero no basta con hablarle a la naturaleza: debemos respetarla a partir de nuestros actos, y volvernos más conscientes de nuestra relación con ella, evitando hacer acciones que le afecten, como tirar basura o desperdiciar el agua.

La alimentación: una práctica sagrada

María Eugenia Choque Quispe, maestra de historia en Bolivia, utiliza otro concepto además del de Buen Vivir: Suma Jakaña, que se centra en la satisfacción de la alimentación para llegar a la plenitud de la vida y al desarrollo de los pueblos. Tiene que ver también con la importancia de producir los propios alimentos y de mantener la cultura culinaria, en la cual se incluye el uso de hierbas medicinales.

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Producir nuestra propia comida es algo que en las ciudades es posible, mediante huertos urbanos y muros verdes, lo que nos ayudará a llevar el Suma Jakaña a la práctica. Esto ayudará a nuestra salud y nos dará una gran satisfacción al poder ser más sustentables y autosuficientes. Incluso podemos tener hierbas medicinales y cultivar en nosotros el ancestral saber de la medicina tradicional, lo que nos hará más conscientes de nuestro cuerpo y de cómo curar aquello que padezcamos.

Vivir la vida como un arte

La idea del Buen Vivir ecuatoriano (Sumak Kawsay) comprende la existencia de los seres humanos  como una reintegración de la naturaleza en la historia de los hombres, como inherente al ser social. Por eso, algunos reconocen el Sumak Kawsay como un “arte de vida”, idea que nos puede hacer ir más allá de nuestra inmediatez moderna para pensar en el enorme proceso que es la vida en sí

No importa que estemos en grandes urbes donde la vida pasa tan veloz: siempre podemos darnos momentos para reflexionar, pues eso nos ayudará a ver que, aunque lo parezca, no todo gira alrededor de nuestro trabajo, de las deudas o de las calificaciones en la escuela. La lección del Buen Vivir en ese sentido es que la vida es mucho más profunda que esas preocupaciones cotidianas, y que somos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos: una gran obra de arte que aún está inconclusa.