Puerto Maldonado. “He querido venir a visitarlos y escucharlos para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, de la Tierra y de las culturas”. Con estas palabras se dirigió el Papa Francisco a los más de 3,500 representantes indígenas reunidos en el Coliseo de Madre de Dios. La visita del Pontífice a esta región de la Amazonía peruana ha estado rodeada de grandes expectativas, no sólo porque es la primera parada protocolar del Pontífice en el país, sino porque es el epicentro de serios conflictos socioambientales, como la minería ilegal, una actividad que ha deforestado en 15 años más de 162 mil hectáreas-según el Ministerio del Ambiente-, y que ha acarreado la proliferación de otras actividades ilícitas como la explotación sexual y la trata de personas.
El Papa Francisco aterrizó en Madre de Dios minutos después de las 10 de la mañana donde fue recibido de manera emotiva por cientos de niños. Treinta minutos después, el Pontífice llegó al coliseo donde se reunió con representantes de los pueblos indígenas peruanos, brasileños y bolivianos. El Papa fue recibido con danzas tradicionales ashaninka, y posteriormente diversos representantes de pueblos originarios compartieron sus preocupaciones sobre las amenazas a las que se enfrentan, como la falta de gobernanza de sus territorios, los impactos de proyectos extractivos, la contaminación, el cambio climático y la inseguridad territorial.
“Los nativos somos supervivientes de injusticias y crueldades. Sufrimos por la explotación de los recursos naturales. Foráneos, como las petrolíferas, extractores de oro o constructores de carreteras, invaden nuestros territorios sin consultarnos. Le pedimos que nos defienda. Si nos quitan nuestras tierras, podemos desaparecer”, se lamentó Yésica Patiachi, de la etnia harakbut, un pueblo que arrastra una oscura y reciente historia de explotación desde finales del siglo XIX con la fiebre del caucho y, posteriormente, con la extracción ilegal de oro. “El pueblo harakbut, así como los demás pueblos indígenas, cuidamos y protegemos nuestra tierra para vivir en armonía”, afirmó Luis Tayori Kendero también del pueblo Harakbut.
Sobre las 11 de la mañana, el Papa dio sus primeras palabras, invocando a la inclusión de los pueblos indígenas y criticando el uso desproporcionado de los recursos naturales por proyectos extractivos, un discurso que entronca con su encíclica el Laudato Si (Alabado seas). “Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonía como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes”, afirmó. El Pontífice criticó de manera severa la contaminación que padecen muchas familias por derrames de hidrocarburos, la minería ilegal y las actividades ilícitas ligadas a ésta, y valoró a la Amazonía como una “reserva de cultura que debe preservarse ante los nuevos colonialismos”.
“Esta visita ha sido fundamental ya que el Papa ha devuelto el protagonismo a los pueblos indígenas. Ha resaltado, de manera muy emotiva y convincente, el rol de estos pueblos como guardianes de la Amazonía y de la naturaleza. Además, dejó claro que esta reunión era una celebración entre él y los indígenas de cara a un compromiso conjunto por el desarrollo sostenible”, afirmó Mariela Cánepa, Directora de Políticas de WWF-Perú.
Uno de los momentos más emblemáticos fue cuando Julio Cusurichi, Presidente de la Federación Nativa del Rio Madre de Dios y Afluentes (FENAMAD) hizo entrega de un pronunciamiento al Papa Francisco que recoge las preocupaciones de los pueblos indígenas así como su contribución para mitigar el impacto del cambio climático.
Madre de Dios es una de las 25 zonas en el mundo con mayor biodiversidad pero al mismo tiempo es una de las más impactadas por los estragos de la minería ilegal: en 2017, la pérdida anual de bosques ha superado las 20.000 hectáreas, equivalente a 28,500 campos de fútbol, duplicando por primera vez la pérdida alcanzada en 2008, según el proyecto Monitoreo de los Andes Amazónicos (MAAP).
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