A pocos días de que se cumpla un siglo de la entrada en operación del primer pozo petrolero que hubo en Colombia, Barrancabermeja –el municipio donde el 29 de abril de 1918 empezó a funcionar el pozo Infantas 2– enfrenta una de las devastaciones ambientales más graves de su historia por culpa de un afloramiento de crudo desde un pozo de Ecopetrol que ya no se explotaba.
El escape de crudo se produjo a 200 metros del pozo 158 del campo Lizama, operado por la estatal petrolera en el corregimiento La Fortuna. El hecho hizo que unos 550 barriles llegaran a cuerpos de agua cercanos, contaminaran 24 kilómetros de la quebrada La Lizama y caño Muerto, y aguas del río Sogamoso.
El inventario de daños es dramático: al menos 2.437 animales muertos (en su mayoría peces), 40 cuerpos de agua contaminados, algunos puntos del río Sogamoso impactados y 418 personas damnificadas.
“En los 100 años de la industria petrolera de Barrancabermeja nunca había pasado una situación de estas. Acá nació la extracción de este fluido y a él le debemos el pasado, presente y quizás el futuro. Es por eso que este daño ambiental nos tiene muy consternados”, dijo Francy E. Álvarez, alcaldesa (e) de Barrancabermeja.
La gravedad de la emanación, que amenazaba con llegar al río Magdalena, obligó a la mandataria de esta población, de 200.000 habitantes, a declarar, el pasado el 19 de marzo, la calamidad ambiental, para alertar a las entidades de control sobre lo que estaba ocurriendo.
Con la caída del crudo sobre el río Sogamoso, del que dependen comunidades pesqueras de tres municipios de Santander, Didier Tavera, gobernador del departamento, también prendió las alarmas.
La empresa respondió con la activación de un plan de contingencia y la implementación de un sistema de diques y motobombas en el área de influencia del pozo 158, para la evacuación del fluido, entre otras medidas. Y ayer el propio presidente de la compañía, Felipe Bayón, informó que desde el viernes a las 18:30 hora local “el afloramiento ya no está fluyendo” y que “el pozo 158 está sellado”.
Bayón reiteró que el crudo cayó en las fuentes hídricas entre el 12 y el 15 de marzo, pero que desde esas fechas, y gracias a varias de las medidas adoptadas, no ha habido más derrames sobre los cauces acuíferos. Añadió que el pozo “se monitorea las 24 horas del día”.
Pero si bien la noticia es positiva, el daño está hecho y habrá que trabajar intensamente para paliarlo. La Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) ordenó el martes el inicio de un proceso de sanción contra Ecopetrol por no haber “informado oportunamente” sobre el afloramiento de petróleo ni haber activado un “plan de contingencia para controlarlo” a tiempo. Emergencia que se inició el pasado 2 de marzo y que mañana cumple un mes.
Ecopetrol se defiende asegurando que los diques y motobombas que se instalaron impidieron que más crudo llegara a las quebradas cercanas de forma efectiva y que 513 operarios trabajan en las labores de recolección del crudo derramado.
Las causas de la fuga no han sido aclaradas. Ecopetrol ha dicho que la situación se presentó por una fractura en el revestimiento tubular de este yacimiento inactivo, que podría deberse a un evento telúrico.
Pero la situación de la compañía se nubló aún más con la divulgación de un informe de auditoría que desempolvó la Contraloría General de la Nación en el que se hablaba de algunas irregularidades en los procesos de sellamiento, no solo del pozo 158, inactivo desde el 2015 por sus bajos niveles de productividad (solo 60 barriles de crudo al día), sino en 17 más ubicados en el Magdalena medio.
A esto se sumaron los reparos de la Corporación Autónoma de Santander, por un presunto manejo irresponsable de los residuos sólidos que fueron removidos de la capa vegetal afectada.
Un daño irreversible
Para ambientalistas, el daño causado a raíz de esta contingencia es irreversible. La concentración de hidrocarburos en el cauce del caño Muerto es lo que más preocupa, porque además de desembocar sobre el río Sogamoso, sus tranquilas aguas desempeñan una importante función en el proceso reproductivo de peces como la dorada, el bocachico, el bagre y el blanquillo.
Asimismo, tanto esta fuente hídrica como la quebrada La Lizama irrigan la margen derecha de la meseta San Rafael, que conforma el corredor natural de varios animales en vías de extinción, como el jaguar americano.
Otro de los efectos que preocupan es la descarga de metales pesados, como mercurio, plomo o benceno, albergados en las capas de lodo que se diseminaron con el crudo. Varios expertos advierten que el vertimiento de estas sustancias con alto niveles de toxicidad al entorno puede tener graves consecuencias para las poblaciones vecinas.
“Es necesario sacar la mayor cantidad de crudo de las quebradas y tratarlo. No obstante, hay muy poco que hacer frente a los lodos. Estos podrían ser mucho más problemáticos que el mismo crudo, dado que la dispersión de contaminantes es más rápida y suelen tener una combinación de sustancias extremadamente tóxicas”, puntualizó Jesús Olivero Verbel, coordinador del doctorado en Toxicología Ambiental de la Universidad de Cartagena.