Tras días y días de lluvias torrenciales, Hernán Espinoza contemplaba sus campos. Estaban anegados, algunos completamente destruidos. Le pasaba lo mismo que a muchos otros agricultores en su pequeña comunidad de Tambogrande, en la costa norte de Perú: la aldea estaba devastada, con sus granjas y campos muy dañados por inundaciones, tormentas y deslizamientos de tierra, causados por el fenómeno de El Niño Costero que azotó la región entre enero y marzo de 2017.
Hernán presenció cómo su aldea –situada en lo más hondo del Valle de San Lorenzo–, perdía el 60% de sus campos. “Después de las inundaciones de El Niño, nuestras cosechas resultaron destruidas y se perdió casi toda la capacidad productiva”, recuerda. Aquello superaba todo lo que había visto antes.
Las tierras agrícolas les proporcionaban sus alimentos y medios de subsistencia, y su destrucción provocó una situación de emergencia en Tambogrande. Pero antes de que pudieran ocuparse de las tierras, tuvieron que enfrentarse a otros problemas: las tormentas habían cegado los canales de irrigación, ahora estaban llenos de piedras y barro. Como dice Hernán, “las tormentas causaron deslizamientos de tierra, que a su vez cegaron nuestros canales de irrigación. Fue una triste contradicción”.
Resultaron bloqueados más de 60 km de canales de riego que servían a las fincas de un millar de familias. Limpiarlos suponía un reto monumental. Hernán y sus vecinos formaron 25 Comisiones Especiales de Irrigación, y trabajando juntos durante casi un mes, lograron liberar el agua y conducirla a sus campos. “Con el apoyo de la FAO, cada uno de nosotros recibía un sueldo diario de 10 USD, además de maquinaria y capacitación para trabajar en este objetivo de dejar circular el agua”.
“El trabajo con las brigadas y la capacitación para la rehabilitación han hecho que nuestra comunidad de Tambogrande esté lista para una respuesta rápida en caso de emergencia… Esto nos permitirá responder mejor a futuras inundaciones” – Hernán Espinoza
La FAO utiliza programas de “efectivo por trabajo” en situaciones de emergencia como esta, porque proporcionan empleo a corto plazo a personas económicamente vulnerables. También se enfocan en rehabilitar los recursos compartidos de la comunidad, como los canales de riego. Gracias a este programa, los agricultores obtuvieron ingresos, lo que les permitió mantenerse autosuficientes y cubrir sus necesidades más apremiantes. Estos programas reducen en gran medida la probabilidad de que los campesinos abandonen sus campos y busquen ingresos en otros lugares.
Después de desbloquear los canales de riego, los campesinos de Tambogrande pudieron centrarse en los campos devastados por la tormenta. Pero muchos de ellos no sabían cómo restablecer la salubridad y productividad de las tierras. Hernán y sus compañeros se ofrecieron como voluntarios para aprender estas técnicas y difundir el conocimiento entre su comunidad.
“No basta con solo sembrar para asegurarse que la tierra sea productiva”. Otros 30 productores destacados del valle y yo hemos recibido capacitación en gestión agronómica, semillas, riego y gestión de riesgos. Tuvimos que formarnos durante una semana y a los que superamos el curso, nos encargaron difundir lo aprendido entre los miembros de nuestras Comisiones de Irrigación”, explica Hernán.
Con la ayuda de la FAO, plantaron pequeños huertos familiares con cultivos de rápido crecimiento y valor comercial. La producción no solo la consumieron quienes la cultivaron, sino que también se intercambió y vendió para complementar los ingresos familiares y el suministro de alimentos. En total, rehabilitaron 700 hectáreas de tierra con cerca de 30 kg de semillas de maíz y de caupí.
“El maíz y el caupí son cultivos excelentes porque los siembras hoy, y en unas pocas semanas ya puedes estar recolectando”, señala Hernán.
Hernán y sus compañeros no olvidarán fácilmente la capacitación que han recibido: son conscientes de que con el cambio climático, otro evento peligroso originado por El Niño puede estar a la vuelta de la esquina. Pero la próxima vez, sabrán cómo manejarlo.
“El trabajo con las brigadas y el entrenamiento para la rehabilitación productiva han hecho que nuestra comunidad de Tambogrande esté lista para una respuesta rápida en casos de emergencia; sabemos cómo liberar rápidamente las conducciones de agua y también sabemos qué y cómo sembrar para garantizar nuestro suministro de alimentos en eventos futuros como El Niño. Esto nos permitirá una mejor respuesta ante futuras inundaciones”, asegura Hernán, plenamente convencido.
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