In the beginning, it looked just like any other jump.

It was late afternoon at the Olympic Stadium in Stockholm, midway through the IAAF Diamond League meeting on Sunday, when the old, ornate arena welcomed the arrival of a new sensation.

Juan Miguel Echevarria looked down at the track and let out a shout, puffed his cheeks, then lifted his head and stared down the runway one final time – a jet plane cleared for take-off.

He waved his right hand in front of him in an angry upward swipe to mimic his future trajectory, then bobbed up and down in a one-two skip before finally breaking into stride.

His first couple of steps are relaxed, then Echevarria cranks up the force, building momentum with each passing step. Until the last two strides, his body is upright, but then he lowers his centre of gravity, as if about to take a seat in an imaginary chair, shortly before lift-off.

His last step, the one that takes him on to the board, is a long one, and as he plants his right foot Echevarria’s vision is tilted skyward, the direction he’s about to go.

It’s at this point those watching realise this is not just any other jump, but one in which Echevarria is achieving a kind of technical nirvana, one where angles and force and speed and timing have all aligned in blissful unison.

In the stands nearby, Echevarria’s coach Daniel Osorio stands at the very front. Afterwards, he can recall being struck by a single thought after his protege hit the board.

“He’s flying.”

BUILDING A CHAMPION

Ten years – that’s how long this performance was in the making.

To soar 8.83m through the air, the longest jump in the world in any conditions for 23 years, Juan Miguel Echevarria had to put in 500-odd weeks of training and pass through multiple coaches, who each added their own splash of paint to what he has become – a long-jumping masterpiece.

Echevarria first took up athletics at Ernesto Lucas elementary school in his hometown of Camaguey, and credits the influence of coaches Tomas Hernandez and Ivan Izaguirre for his early development. After showing promise at a range of events, he was selected to join the national youth team in his early teens, where coach Juan Gualberto Napoles took charge.

When it comes to boxers, cigars and world-class jumpers, nowhere produces them quite like Cuba, and from an early age it was clear Echevarria could be the latest champion to emerge from the proud sporting nation.

In 2015, at the age of just 16, he managed his first eight-metre jump, sailing to 8.05m on home turf in Havana. But his major championship debut that summer didn’t go to plan, Echevarria edged out of the medals at the IAAF World U18 Championships in Cali when only jumping 7.69m in the final.

 

IAAF.ORG

 

 

Al principio, se parecía a cualquier otro salto.

Era tarde en la tarde en el Estadio Olímpico de Estocolmo, a mitad de la reunión de la Liga Diamante de la IAAF el domingo, cuando el viejo y recargado estadio dio la bienvenida a la llegada de una nueva sensación.

Juan Miguel Echevarría miró hacia la pista y dejó escapar un grito, infló sus mejillas, luego levantó la cabeza y miró hacia la pista una última vez: un avión despejó para despegar.

Agitó su mano derecha frente a él en un gesto enojado hacia arriba para imitar su trayectoria futura, luego se balanceó arriba y abajo en un salto uno-dos antes de finalmente irrumpir en zancadas.

Sus primeros pasos son relajados, luego Echevarria aumenta la fuerza, ganando impulso con cada paso que pasa. Hasta los últimos dos pasos, su cuerpo está en posición vertical, pero luego baja su centro de gravedad, como si estuviera a punto de tomar asiento en una silla imaginaria, poco antes del despegue.

Su último paso, el que lo lleva al tablero, es largo, y cuando planta su pie derecho, la visión de Echevarria se inclina hacia el cielo, la dirección que está por tomar.

Es en este punto que los observadores se dan cuenta de que este no es cualquier otro salto, sino que Echevarria está logrando una especie de nirvana técnico, en el que los ángulos, la fuerza, la velocidad y el tiempo se han alineado al unísono.

En las gradas cercanas, el entrenador de Echevarría, Daniel Osorio, se encuentra al frente. Después, recuerda haber sido golpeado por un solo pensamiento después de que su protegido golpeó el tablero.

«Está volando».

CONSTRUYENDO UN CAMPEÓN
Diez años: ese es el tiempo que se estuvo haciendo este espectáculo.

Para volar 8.83 m por el aire, el salto más largo del mundo en cualquier condición desde hace 23 años, Juan Miguel Echevarría tuvo que entrenar durante 500 semanas y pasar por varios entrenadores, quienes agregaron su propia salpicadura de pintura a lo que se ha convertido en una obra maestra de salto largo.

Echevarría primero se dedicó al atletismo en la escuela primaria Ernesto Lucas en su ciudad natal de Camagüey, y acredita la influencia de los entrenadores Tomás Hernández e Iván Izaguirre en su desarrollo temprano. Después de mostrarse prometedor en una serie de eventos, fue seleccionado para unirse al equipo juvenil nacional en su adolescencia, donde el entrenador Juan Gualberto Napoles se hizo cargo.

Cuando se trata de boxeadores, puros y saltadores de clase mundial, en ningún lugar los produce como Cuba, y desde temprana edad estaba claro que Echevarría podría ser el último campeón en emerger de la orgullosa nación deportiva.

En 2015, a la edad de 16 años, logró su primer salto de ocho metros, navegando a 8.05m en su tierra natal en La Habana. Pero su gran debut en el campeonato ese verano no fue el plan, Echevarria superó las medallas en el Campeonato Mundial Sub18 de la IAAF en Cali cuando solo saltaba 7.69m en la final.