Hay un proverbio africano muy conocido que dice: “Se necesita una aldea para criar a un niño”. Pero un proyecto liderado por la FAO en Filipinas está demostrando todo lo contrario, que a veces se necesita un niño -o varios niños- para cuidar de una aldea.
A unos 80 km de Manila, en el sur de la provincia de Laguna, los jóvenes de tres comunidades han decidido liderar la transformación de sus escuelas primarias -y, en un caso, un terreno baldío- en pequeños huertos para complementar el suministro de alimentos de los residentes y los estudiantes locales.
Todo comenzó en 2017 con un viaje a una granja de producción orgánica, donde los niños pudieron ver cómo sembrar, cultivar y cosechar verduras sin productos químicos. Hubo además demostraciones sobre métodos de compostaje, huertos verticales e incluso control de plagas. También se preparó un delicioso almuerzo para los niños con productos de la granja, plantando así la semilla de una actitud saludable en la mente de estos futuros agricultores y agrónomos potenciales.
Un huerto local es un simple pero muy poderoso beneficio para una comunidad, no solo porque les proporciona alimentos, sino que también ayuda a desarrollar un enfoque sostenible hacia la producción y el consumo de los mismos.
Los niños pueden ver infinitas posibilidades más allá del único propósito de usar la tierra para producir sus propios alimentos. Las sesiones de reflexión en grupo generaron una gran cantidad de ideas innovadoras, desde la fabricación de velas aromáticas, el suministro de ensaladas para venderlas a los transeúntes locales e incluso un programa para limpiar la orilla del lago contaminado.
La Escuela integrada Kapayapaan -Kapayapaan Integrated School (KIS, por sus siglas en inglés), una de las beneficiarias del proyecto, comenzó a cultivar su propio huerto orgánico y una plantación vertical en sus terrenos. Aquí los estudiantes cultivan sus propias lechugas, pepinos y frijoles, además plantan caléndulas junto con las hortalizas. Estas flores de color azafrán sirven como un repelente natural de los insectos y mantienen las cosechas a salvo de plagas hasta el momento de la recolección.
“Promovemos la horticultura orgánica. Nuestras cosechas aportan suministros a nuestro programa de alimentación escolar, mientras que los excedentes se venden a través de nuestra organización juvenil», explica uno de los jóvenes participantes en la iniciativa del huerto escolar.
La Escuela Primaria Paciano-Rizal espera complementar los ingredientes de su cantina con habichuelas, quinbombó, berenjena y lechuga china, todos cultivados en camas detrás de los edificios de la escuela. Las hortalizas producidas por el grupo de jóvenes se están utilizando ahora en el comedor de la escuela.
Quizás el mayor desafío y beneficio potencial del proyecto ha sido para los residentes de la aldea de Putho Tuntungin. Su objetivo ha sido transformar un terreno baldío en un huerto comunitario e individual combinado. La introducción de la agricultura vertical aporta alimentos para las familias e ingresos por las ventas de excedentes de producción.
Con algo de ayuda de la organización Youth for Environment in School(Jóvenes por el Ambiente en las Escuelas), los niños aprendieron a desarrollar sus propios huertos. El primer paso fue preparar la tierra para que fuese lo más fértil posible, limpiando la zona y mejorando el suelo para aportar los nutrientes esenciales para las plantas. Los estudiantes aprendieron también sobre el proceso de cultivo, desde la siembra de las semillas hasta su trasplante en lechos de vegetales separados, manteniendo las plantas hasta estar listas para ser cosechadas.
La primera fase resultó la más difícil en el KIS, pero los niños respondieron al desafío con energía, creatividad e innovación. El grupo de jóvenes tuvo que limpiar la tierra de vidrios rotos, escombros de construcción, plásticos y otra basura antes de poder transferir las plántulas al suelo. Regaron las plantas, eliminaron la maleza el jardín y crearon sus propias formas ecológicas de control de plagas, como usar pimienta negra mezclada con agua como insecticida casero y esparcir cáscaras de huevo para mejorar el suelo. Incluso realizaron enrejados para las plantas que necesitaban ayuda para crecer verticalmente.
Al igual que en cualquier granja, no todos los cultivos tuvieron un éxito fulminante, sin embargo, el proyecto permitió a los jóvenes experimentar diferentes prácticas de agricultura sostenible para producir sus propios alimentos.
La Oficina de Agroindustria del Departamento de Agricultura de Filipinas quedó impresionada con los resultados de estos proyectos dirigidos por jóvenes, que incluían una campaña en las redes sociales para aumentar la conciencia sobre el desarrollo sostenible a nivel local. Estos proyectos intentan abordar el doble problema de la seguridad alimentaria y los importantes beneficios de mantener una dieta saludable, tanto en la escuela como en el hogar. Un efecto secundario positivo de estos huertos escolares ha sido la creación de huertos en los hogares de los residentes locales.
Los estudiantes esperan que esta iniciativa continúe y contribuya a mejorar sus perspectivas de un futuro con una nutrición y seguridad alimentaria adecuadas. De hecho, el responsable local de Agricultura del municipio ya ha prometido continuar financiando la iniciativa, ayudando con la capacitación, proporcionando semillas y fondos, e incluso becas para aquellos estudiantes que quieran seguir una carrera en la agricultura.
Al invertir en las generaciones futuras, la FAO les empodera para actuar y participar en el objetivo global de lograr el #HambreCero.