La región de Oriente Medio y África del Norte es la que padece mayor escasez de agua del mundo, y la situación está empeorando por el impacto de los conflictos, el cambio climático y la recesión económica. La crisis hídrica amenaza la estabilidad de la región, así como su desarrollo humano y crecimiento sostenible.

Pasquale Steduto es Responsable de la ejecución de la Iniciativa de la FAO sobre la escasez de agua en el Cercano Oriente y África del Norte. Steduto analiza a continuación los retos de la falta de agua en la región y el papel clave de la gestión hídrica sostenible para aumentar la resiliencia, mantener la paz y mejorar los medios de vida y el bienestar de la población.

¿Cómo es de profunda la crisis hídrica en la región, y cuáles son sus principales causas?

Los recursos hídricos per cápita en la región suponen tan solo una sexta parte del promedio mundial y siguen disminuyendo. Todos los países de la región padecen el agotamiento de las aguas subterráneas, con tasas muy altas de extracción en general, tanto de las aguas superficiales como subterráneas. Esto significa que la agricultura debe competir por el agua con la industria y otros sectores.

Además, el clima -que en gran parte oscila de árido a hiperárido y es muy variable-, está cambiando, y las sequías son cada vez más frecuentes.

Los países de Oriente Medio y África del Norte han estado a la vanguardia del desarrollo de prácticas e instituciones para administrar unos recursos hídricos escasos en climas áridos. Sin embargo, en algunos países, las distorsiones en las políticas y las instituciones han impedido que los sistemas de gestión hídrica hayan señalado una posible escasez de agua.

En algunos casos, han alentado la sobreexplotación de recursos al no poner en marcha incentivos para frenar el consumo de agua y promover su conservación.

Como resultado, la actual crisis hídrica ha alcanzado niveles sin precedentes y requiere respuestas coordinadas en toda la región.

: Izqda: Civiles desplazados huyen con su ganado en Iraq. ©FAO/Cengiz Yar Dcha: La recuperación del canal de riego Al Jazeera forma parte de un programa de dinero en efectivo por trabajo de la FAO en Iraq. ©FAO/Cengiz Yar

¿Cuál es el vínculo entre la escasez de agua y los entornos frágiles marcados por conflictos y desplazamientos de población?

La fragilidad se ha convertido en una realidad en varios países del Oriente Medio y África del Norte. Los conflictos armados y el desplazamiento forzado se están cobrando un precio enorme en vidas humanas, y la región suma cerca del 60 por ciento del total mundial estimado de muertes relacionadas con enfrentamientos armados desde el cambio de milenio.

La fragilidad agrava también los problemas de agua de la región. Incluso ya antes de la reciente inestabilidad política, varios países de Medio Oriente y África del Norte se esforzaban por administrar sus recursos hídricos de manera sostenible y eficiente y por ampliar la cobertura de los servicios de suministro de agua y saneamiento. Ahora, los conflictos -sumados a algunos obstáculos institucionales- han contribuido a intensificar los problemas con el agua y al deterioro de los servicios hídricos.

Por ejemplo, en Siria -que llegó a ser una de las grandes protagonistas de la región respecto a los Objetivos de Desarrollo del Milenio-, el reciente conflicto ha empujado a más de 3 millones de personas a la pobreza. El deterioro del acceso a los servicios hídricos y de saneamiento ha llevado a una mayor incidencia de enfermedades transmitidas por el agua. Como resultado, la tasa de mortalidad de niños menores de cinco años a causa de la diarrea se ha triplicado desde el inicio del conflicto.

En Yemen, se considera que más de 10 millones de personas –cerca del 46 por ciento del total de la población-, padecen inseguridad alimentaria, y unos 12 millones de personas carecen de acceso a agua potable o saneamiento.

La incapacidad en encontrar soluciones a los desafíos del agua agrava la fragilidad. Las crisis hídricas afectan la capacidad de las personas y las sociedades para mantener la seguridad de los medios de subsistencia y la estabilidad política. Necesitamos romper este círculo vicioso para garantizar la recuperación, la paz, la seguridad alimentaria e hídrica y el desarrollo sostenible en la región.

Un pastor palestino lleva a beber a su burro a una cisterna rehabilitada. ©FAO/Marco Longari

¿Qué hay que hacer para abordar mejor los desafíos relacionados con el agua, en especial en países afectados por conflictos y desplazamientos de población?

Allí donde los conflictos comienzan a disiparse, el restablecimiento de los servicios básicos de agua y saneamiento debe convertirse en una prioridad. En la fase de recuperación, el agua para la agricultura es importante, ya que sustenta los medios de vida de la población.

Abordar los desafíos del agua y la fragilidad requiere combinar una respuesta inmediata a las necesidades básicas de las personas con un enfoque a largo plazo dirigido a desarrollar resiliencia frente a los impactos y las crisis prolongadas. Este último debería basarse en la gestión y provisión de recursos hídricos de forma sostenible, eficiente y equitativa.

También resulta fundamental invertir en políticas y prácticas innovadoras, ya que la investigación y el desarrollo y transferencia de tecnología pueden aportar mejoras adicionales a la eficiencia del agua y la productividad agrícola en la región. Además, puede incrementar en gran medida la resiliencia de los sistemas agrícolas de secano, por ejemplo, al promover la conservación de la tierra y las prácticas de recuperación.

Más importante aún: es esencial trabajar juntos dentro de los países y más allá de las fronteras. Las medidas colectivas y las alianzas son fundamentales, dada la escala y la coincidencia de los desafíos, el tamaño relativamente pequeño de muchos de los países de la región y la naturaleza transfronteriza de cuestiones importantes como el cambio climático y los recursos hídricos compartidos.

¿Qué hace la FAO para abordar la escasez de agua en la región? ¿Puede darnos algunos ejemplos?

La Iniciativa regional sobre la escasez de agua (WSI, por sus siglas en inglés) de la FAO apoya a los países de la región para planificar de forma estratégica su gestión y asignación de recursos hídricos, supervisar sus políticas hídricas, de seguridad alimentaria y energéticas, formular planes de inversión eficaces, modernizar su gobernanza e instituciones, controlar sus aguas superficiales y subterráneas transfronterizas y adoptar buenas prácticas agrícolas.

Un proyecto de la FAO en Yemen ayuda a los agricultores a aprovechar el agua de las represas para mejorar la sostenibilidad y dar a las mujeres más oportunidades de participar en los procesos de toma de decisiones. La FAO ha estado apoyando el establecimiento y la reorganización de más de 35 asociaciones de usuarios de agua en la capital, Sanaa, para regular mejor el consumo de agua, ayudándoles con fondos y equipos. En el proceso, estos grupos ofrecen espacios para nuevas ideas, como la resolución de las disputas tribales sobre el agua.

El Proyecto de la Cuenca de Sanaa es un ejemplo de cómo la FAO apoya diferentes tipos de actividades, dirigidas no solo a satisfacer las necesidades alimentarias y nutricionales inmediatas de millones de yemeníes, sino también a facilitar proyectos que puedan tener un impacto positivo en la recuperación de la infraestructura agrícola general del país.

Otro proyecto de la FAO en Cisjordania y la Franja de Gaza se ha centrado en apoyar sistemas de riego eficientes y abordar la gestión inadecuada y el uso ineficaz de los recursos hídricos mediante la reparación de los sistemas de irrigación dañados. Así se ha mejorado el acceso al agua no contaminada para el riego y ha puesto fin a los conflictos sociales por el uso del agua.

El proyecto de la FAO ha conseguido rehabilitar más de 30 sistemas de conducción de agua en la Ribera Occidental, mejorando la eficiencia de casi 150 kilómetros de tuberías para uso doméstico y agrícola. Como resultado, los campesinos tuvieron acceso de nuevo a agua suficiente, asegurando una distribución equitativa. Se eliminó la pérdida de agua por fugas y se redujo el uso de aguas residuales sin tratar para el riego.

El proyecto ha permitido a unas 200 familias de agricultores en An-Nassariyeh aumentar su producción, reducir costos y evitar el uso de agua contaminada. Además de mitigar el impactos social, económico y ambiental en las comunidades, la labor de rehabilitación de las conducciones de agua condujo a la creación de empleos estacionales para al menos 2 000 trabajadores agrícolas en Cisjordania.

fao.org