En El barón rampante, Italo Calvino cuenta la historia ficticia de Cosimo, un niño aristócrata de 12 años que sube a un árbol como gesto de rebeldía frente a la autoridad paterna y promete quedarse ahí hasta su muerte. En la vida real, la rebeldía puede servir para inspirar a otros y cambiar el estado de cosas.
La historia de Julia “Butterfly” Hill, una joven de 23 años, quedó inevitablemente unida a la de “Luna”, una secuoya de más de 1,000 años de edad, residente del parque estatal Grizzly Creek Redwoods de California, EE.UU., cuando a finales de 1997 una compañía maderera amenazó con derribar los majestuosos árboles del parque.
“Butterfly”, como es apodada Julia por su amor a las mariposas, formaba parte de la organización ecologista Earth First. Los ecologistas decidieron poner sus cuerpos entre los árboles y las máquinas de la compañía maderera para evitar el ecocidio. En un acto extremo, Julia y otros de sus compañeros eligieron algunos árboles para subir a ellos e instalar pequeños campamentos en las alturas, como medida para atraer la atención mediática. Pero lo que sería una acampada de 2 semanas, para “Butterfly” se convirtió en una expedición inmóvil de más de 2 años.
En ocasiones, no hacer nada es lo más violento que se puede hacer.
(Slavoj Zizek)
Julia Lorraine Hill nació el 18 de febrero de 1974 en Arkansas, y estudió en su propia casa hasta los 12 años. Un accidente de tránsito a los 22 años le supuso una larga rehabilitación, en la que fortaleció su mente a la vez que su cuerpo. Durante ese duro trance, se acostumbró a observar y pasear cerca de las secuoyas, quienes la inspiraron para recuperar el control de su propio cuerpo luego de las secuelas del accidente. En su autobiografía, Julia cuenta:
Me adentré en el bosque y por primera vez experimenté lo que significa de verdad estar vivo. Entendí que yo formaba parte de aquello. Poco después supe que la Pacific Lumber Maxxam Corporation estaba talando esos bosques y mi confusión fue total. Contacté con la asociación Earth First, que hacía sentadas en los árboles para impedir su tala. Así fue como conocí a “Luna”.
La idea de Earth First era que otro integrante de la asociación relevara a Julia luego de un par de semanas. Pero el relevo nunca llegó. Un equipo le suministraba víveres para sobrevivir en las alturas a través de un sistema de poleas. Julia cuenta que cargaba su celular mediante unos paneles solares en su campamento a 50 metros de altura, sobre una lona de 3 metros cuadrados organizados para cubrir necesidades higiénicas, alimenticias y de descanso.
Con las raíces en el cielo
En una entrevista, Julia afirmó que la compañía Pacific Lumber hizo todo lo posible por sabotear su expedición: quemaron árboles a su alrededor, hicieron pasar helicópteros que le disparaban chorros de agua, sin contar las duras condiciones de vida en las alturas, que le ocasionaban ampollas y heridas frecuentes.
Pero la prueba de fuego llegó en el invierno de 1998, cuando una poderosa tormenta azotó el parque durante 2 semanas. Fue entonces cuando Julia afirma haber escuchado “la voz de Luna”, recordándole que “las ramas rígidas se rompen, sólo las ramas flexibles sobreviven”. Siguiendo esta misteriosa intuición, Julia se aferró a las ramas jóvenes y flexibles, y así logró salvar su vida.
Su proeza no fue en vano: el 18 de diciembre de 1999, Julia descendió de “Luna”después de que la compañía maderera acordara respetar a las secuoyas e incluir políticas de cuidado al medioambiente en todas sus expediciones posteriores. La compañía maderera recibió de los activistas 50 mil dólares por concepto de ganancias perdidas, que luego serían donados para preservar la zona.