En las últimas semanas, miles de migrantes han llegado Tapachula, México, o han sido expulsados de Lucapa, Angola. Las razones de sus desplazamientos tienen mucho que ver con el medio ambiente y la dependencia a los recursos naturales de las poblaciones más vulnerables.
Los tres países centroamericanos de El Salvador, Guatemala y Honduras han experimentado en los últimos años un aumento en el número de emigrantes que se dirigen a México con la esperanza de terminar en los Estados Unidos.
Conocido popularmente como el Triángulo del Norte de Centroamérica, los tres países también albergan el Corredor Seco, una región altamente propensa a la sequía cuyos residentes dependen en gran medida de la agricultura de subsistencia.
El corredor es una región de bosque seco tropical en el lado del Pacífico de América Central que se extiende desde la costa del Pacífico de Chiapas, en México, hasta las partes occidentales de Costa Rica y Panamá. Afectada por la variabilidad climática y la irregularidad en los patrones de lluvia, esta se ha convertido en una de las zonas del mundo más susceptibles al cambio climático.
Un estudio interinstitucional publicado en 2017 encontró una fuerte correlación entre las sequías prolongadas en los tres países y un aumento en la migración irregular a los Estados Unidos.
«Los inmigrantes de El Salvador, Guatemala y Honduras devueltos por las autoridades mexicanas a sus respectivos países de origen eran principalmente hombres (79%) y 50% de ellos trabajaban en el sector agrícola antes de migrar», indicó el estudio.
En el otro lado del mundo, Angola es uno de los principales productores de diamantes, tanto en términos de valor como de volumen, y Lucapa, cerca de la frontera norte, ha sido testigo durante años de un flujo constante de migrantes provenientes de la vecina República Democrática del Congo.
Los mineros que han emigrado para dedicarse a la extracción artesanal de diamantes se han sentido atraídos principalmente por la falta de un mecanismo regulador estricto.
Sin embargo, sus actividades los han puesto en conflicto con las autoridades del país anfitrión y con grupos de la comunidad local que buscan atraer inversiones comerciales privadas a gran escala en la extracción de diamantes. Esto dio lugar a que miles de mineros migrantes fueran expulsados por las autoridades de Angola desde principios de octubre.
En junio, los Estados miembros aprobaron el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular que se adoptará en una reunión intergubernamental de jefes de estado en Marrakech, Marruecos, los días 10 y 11 de diciembre de 2018. El proceso que condujo a este pacto comenzó en 2016, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas convocó una reunión de alto nivel para crear un consenso internacional sobre el desafío creciente de la migración internacional y el aumento en el flujo de refugiados.
En parte, el Pacto reconoce que el cambio ambiental en las comunidades puede tener implicaciones para la migración o ser causado por ella. También busca, entre otras cosas, desarrollar la adaptación y la resiliencia a los desastres naturales, los efectos del cambio climático y la degradación ambiental, como la desertificación, la degradación de la tierra, la sequía y el aumento del nivel del mar, especialmente en los países donde se originan los migrantes.
“En los últimos años hemos visto un aumento en la migración y el desplazamiento debido a conflictos, persecución, empeoramiento de las condiciones ambientales y una profunda falta de seguridad humana y oportunidades de subsistencia», dice Saidou Hamani, Coordinador de Resiliencia ante Desastres y Conflictos en la Oficina Regional de ONU Medio Ambiente en África.
“La degradación ambiental, aunque poco se informa, es una de las causas importantes del desplazamiento. En consecuencia, restaurar el medio ambiente debe ser parte de las soluciones presentadas por los países, el sector privado y la sociedad civil”, agrega.
De acuerdo con el informe Fronteras 2017 de ONU Medio Ambiente, «en 2016, aproximadamente 31,1 millones de personas fueron desplazadas dentro de sus propios países debido a conflictos, violencia y desastres naturales -la última causa es responsable de 24,2 millones de estos desplazamientos-«.
La realidad de los desastres naturales se expresa claramente para las personas que viven en la nación isleña de Tuvalu. En 2016, el primer ministro Enele Sopoaga advirtió ante la Asamblea General de la ONU sobre la posibilidad de que los tuvaluanos deban ser reubicados a causa del aumento del nivel del mar, escasez de agua y otras amenazas para sus hogares.
Esta situación parece haber empeorado en el año siguiente.
“Solo en 2017, 18,8 millones de personas en 135 países tuvieron que desplazarse por primera vez en el contexto de desastres repentinos dentro de su propio país. Ellos se suman a los millones que ya viven en desplazamiento luego de desastres anteriores; entre 2008 y 2016, aproximadamente 227,6 millones de personas fueron desplazadas por desastres ”, dijo la Organización Internacional para las Migraciones en su Informe de Indicadores de Migración Mundial publicado en 2018.
La escala y el ritmo de la movilidad humana representan una nueva realidad demográfica sumada al aumento de la población mundial, que se pronostica alcanzará más de 9.000 millones a mediados de este siglo.
“Necesitamos abordar las causas y consecuencias ambientales del desplazamiento y la migración. Comprender el alcance y la profundidad de sus impactos en los medios de vida de las personas es tan importante como enfrentar el resto de factores asociados a la migración”, dice Hamani.
ONU Medio Ambiente, como máxima autoridad ambiental, está trabajando para promover una implementación coherente de la dimensión ambiental del desarrollo sostenible dentro del sistema de la ONU y es un defensor autorizado del medio ambiente mundial. También ha sido parte del Grupo Mundial sobre Migración, la principal plataforma de la ONU para la cooperación interagencial en materia de migración y desplazamiento.