Un nuevo concepto, el “carbono de los peces”, reconoce el potencial de la vida marina para ayudarnos a enfrentar el desafío del cambio climático y prevenir la pérdida global de biodiversidad.
Los océanos y toda la vida marina juegan un papel central en la estabilización del clima de la Tierra. Proporcionan una fuente vital de alimentos a un gran número de especies en el agua y en la tierra, y regulan la cantidad de CO2 que permanece en la atmósfera, ya que absorben 30% de las emisiones globales.
El «carbono de los peces» es un término utilizado para describir las interacciones de carbono de todos los vertebrados marinos que contribuyen al secuestro de CO2 de los océanos: tortugas, aves marinas, mamíferos como las ballenas y delfines, y peces como tiburones, atunes y sardinas. Estas interacciones o mecanismos son los procesos naturales de la vida marina que facilitan la captura del carbono atmosférico, permiten el almacenamiento de carbono de forma benigna en las profundidades del océano y proporcionan un posible amortiguador contra la acidificación.
“El concepto de carbono de los peces tiene precedentes en la política de conservación. El mes pasado, en apoyo a la gestión sostenible de las ballenas, 41 naciones de la Comisión Ballenera Internacional aprobaron dos resoluciones que reconocen el valor de las ballenas en el almacenamiento de carbono y su posible papel en la mitigación del cambio climático», dice Steven Lutz, líder del programa Carbono Azul de ONU Medio Ambiente y GRID-Arendal.
La ciencia ha revelado recientemente que los procesos biológicos naturales de las ballenas pueden ayudar a atrapar el dióxido de carbono de la atmósfera y mitigar el cambio climático. Estos procesos se conocen comúnmente como «carbono de ballena» y pueden tomar diferentes formas.
Las ballenas comen mucho y excretan enormes cantidades de nutrientes que ayudan al crecimiento del fitoplancton. Cuando las ballenas nadan desde las profundidades del océano hasta la superficie, también aumentan la disponibilidad de nutrientes para el fitoplancton. Al igual que las plantas en tierra, el fitoplancton absorbe dióxido de carbono. Más fitoplancton significa más dióxido de carbono eliminado de la atmósfera.
Las ballenas también son grandes y longevas. Esto significa que almacenan mucho carbono en sus cuerpos durante largos períodos de tiempo. Cuando mueren y se hunden en el fondo del océano, se llevan todo ese carbono a lugares donde puede permanecer enterrado durante milenios.
«Las ballenas se alimentan en lo profundo del océano y regresan a la superficie para respirar, digerir y bueno … hacer caca», explica Heidi Pearson, profesora de biología marina en la Universidad de Alaska Sudeste e investigadora de Fulbright en ONU Medio Ambiente / GRID-Arendal.
«Las plumas fecales flotantes producidas por las ballenas son ricas en los nutrientes que el fitoplancton necesita para crecer y, por tanto, absorber el dióxido de carbono en las aguas superficiales», añade.
Queda mucho trabajo por hacer para medir el valor del carbono de las ballenas y aprovecharlo para la acción climática. Sin embargo, la cantidad de países que ha respaldado las resoluciones de la Comisión Ballenera Internacional indican claramente que existe un gran interés potencial en el papel que pueden desempeñar las ballenas y otras especies marinas en la lucha contra el cambio climático.
«Reconocer el papel que puede desempeñar la vida marina en la mitigación del cambio climático puede ayudar a los pequeños estados insulares en desarrollo, especialmente a aquellos que son grandes naciones marinas, a incluir acciones de conservación oceánica en sus contribuciones determinadas a nivel nacional, en virtud del Acuerdo de París», dice Ronald Jumeau, Representante Permanente ante las Naciones y Embajador para el Cambio Climático de la República de Seychelles.
“Seychelles cree que la gestión sostenible de la vida en nuestro océano es de vital importancia en nuestra lucha contra el cambio climático. Teniendo en cuenta las graves advertencias del reciente informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), no podemos permitirnos dejar de explorar esta opción», añade.
Una de las resoluciones de la Comisión Ballenera Internacional alienta a los Estados Miembros a «integrar el valor de los roles ecológicos de los cetáceos en las organizaciones locales, regionales y mundiales sobre biodiversidad y medio ambiente, incluido el cambio climático».
El vínculo con los “bosques azules”
Los ecosistemas costeros y marinos, incluidos los bosques de manglares, las praderas de pastos marinos y las marismas de agua salada, contribuyen a los medios de vida y al bienestar en todo el mundo. Estos «bosques azules» son vitales para las comunidades costeras e insulares gracias a los muchos servicios que brindan, como proteger las costas, proporcionar un hábitat esencial para la pesca y sustentar la biodiversidad marina. También son importantes para nuestro clima global al almacenar y secuestrar el carbono atmosférico, lo que les otorga un valor y una importancia adicionales en el desafío del clima global.
El área focal de Aguas Internacionales del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) está permitiendo al Proyecto de Bosques Azules proporcionar la primera evaluación a escala global de los valores asociados con el carbono costero y los servicios de los ecosistemas, para lograr una mejor gestión. El proyecto también mejora el conocimiento disponible para la toma de decisiones informada, crea conciencia y fomenta la cooperación entre todas las partes interesadas.
Gabriel Grimsditch, experto en ecosistemas marinos, agrega: “El trabajo sobre el ‘carbono de los peces’ aumenta nuestro conocimiento de los flujos de carbono en el océano y el papel que puede desempeñar la megafauna en el clima global”.
GRID-Arendal es una fundación noruega comprometida con el apoyo al desarrollo ambientalmente sostenible mediante el trabajo ONU Medio Ambiente y otros socios, y a través de la misión de crear conocimiento ambiental que fomente el cambio positivo.