Hubo un momento en la historia de este planeta en que el verdor se extendía más allá de lo que nuestra mirada podía ver. Hoy en día sólo el 23% de nuestro planeta es tierra virgen. ¿Qué ha ocurrido con el resto?

Un nuevo estudio publicado en la revista Nature ha encontrado que el 77% de la tierra y el 87% del océano han sido modificados por la industria humana. Los edificios, carreteras, minas y cultivos del hombre se extienden a lo largo de todos los ecosistemas del planeta. En el océano, las zonas libres de contaminación y de la industria pesquera ya sólo se concentran en el ártico. 

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La expansión humana está terminando poco a poco con los lugares salvajes y el panorama es preocupante. La gran mayoría de los territorios vírgenes que aun conserva nuestro planeta están repartidos en tan sólo cinco países: Rusia, Canadá, Australia, Estados Unidos y Brasil. Sin embargo, es crucial que todas las naciones del mundo cooperen para conservar los últimos vestigios de naturaleza.

¿Por qué es tan alarmante esta noticia?

A pesar de que ciertas alteraciones han sido necesarias para la evolución de las sociedades humanas, pensar en un planeta sin zonas salvajes es renunciar a las miles de especies animales que se refugian en ellas. Tampoco hay que olvidar que estas áreas son nuestra principal arma contra el cambio climático. Absorber lo último que queda de naturaleza sería catastrófico para la Tierra.

Los pasos que tomen las naciones que contienen el resto de los ecosistemas intactos en nuestro planeta serán cruciales para garantizar un futuro sustentable. Ahora más que nunca urge regularizar las industrias mineras y pesqueras y limitar la expansión de megaconstrucciones.

Los autores del estudio proponen que se impulse un tratado internacional al estilo del Acuerdo de París (que toma acción contra el cambio climático) para prevenir más destrucción. Globalmente es una estupenda idea, pero, ¿qué podemos hacer nosotros?

Diariamente sufrimos los estragos de la expansión industrial acelerada, en especial quienes habitamos en las grandes ciudades. La falta de árboles ha envenenado cada vez más el aire, causando todo tipo de enfermedades a la larga. Las emisiones de CO2 producidas por las industrias alimenticias también contaminan, y no hablemos de los residuos de plástico que eventualmente terminan en nuestros estómagos.

La pérdida de estos ecosistemas va más allá de la salud física. Es necesario luchar activamente contra tanta devastación. Recordar que existen formas de arrasar con el cambio climático desde nuestros lugar, pero que también es necesario tomar postura como ciudadanos que encaran desiciones a través de sus gobiernos. Si bien la industria privada y las instituciones gubernamentales toman las desiciones, la última palabra es nuestra. Votemos en favor de la información fundamentada, del ciudadano activo. Hagámosle saber al otro, a nuestros hijos… Anclemos la ignorancia.

Es lo mínimo que podemos hacer para asegurarnos de que las siguientes generaciones (o inclusive la nuestra) aun puedan tomar un respiro de aire fresco y contemplar las áreas salvajes en todo su esplendor originario.

 

ecoosfera.com