La guerra y los conflictos armados pueden resultar en una acelerada degradación ambiental a causa de la lucha de los humanos por la supervivencia y la descomposición de los sistemas de gestión ambiental que protegen los ecosistemas.
Durante más de seis décadas, los conflictos armados han ocurrido en más de dos tercios de los puntos clave de biodiversidad del mundo, lo que representa una amenaza crítica para los esfuerzos de conservación.
En 2001, consciente de que el medio ambiente a menudo ha sido la víctima olvidada de la guerra, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 6 de noviembre como el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados.
El 27 de mayo de 2016, la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente adoptó una resolución que reconocía el papel de los ecosistemas saludables y de los recursos gestionados de forma sostenible en la reducción del riesgo de conflicto armado, y reafirmó su firme compromiso con la plena implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
A continuación, presentamos algunos recordatorios históricos y contemporáneos de por qué necesitamos proteger la biodiversidad de los efectos directos e indirectos de las guerras y los conflictos armados:
1. Agente naranja:
Durante casi una década, entre 1961 y 1971, durante la guerra de Vietnam, el ejército de Estados Unidos roció millones de litros de una gama de herbicidas y defoliantes en vastas franjas del sur de Vietnam. El más difundido de los químicos fue el Agente Naranja y fue parte de una destrucción deliberada de bosques para privar a las guerrillas del Viet Cong de la cubierta que les permitió lanzar ataques contra las fuerzas estadounidenses.
2. Guerras civiles congoleñas:
Desde mediados de la década de 1990, una serie de sangrientos conflictos armados en la República Democrática del Congo han tenido un efecto devastador en las poblaciones de vida silvestre que han servido como suministro de carne para los combatientes, los civiles que luchan por la supervivencia o comerciantes.
En consecuencia, las especies pequeñas, como los antílopes, monos y roedores, y otras más grandes, como los gorilas y los elefantes de los bosques, han sufrido terriblemente por la guerra.
Si bien hay muchas causas de estos conflictos -históricos, étnicos y políticos- la lucha por el control, el acceso y el uso de los recursos naturales y sus ingresos asociados, ha sido un factor clave de la violencia. Los conflictos y la resultante pérdida del estado de derecho también han envalentonado a grupos a deforestar y promover procesos mineros perjudiciales.
3. Las marismas y los pozos de petroleros en Irak:
En respuesta a un levantamiento chiíta en el sur de Irak, a principios de la década de 1990, las tropas de Saddam Hussein drenaron las marismas mesopotámicas, el ecosistema de humedales más grande de Medio Oriente, situado en la confluencia de los ríos Tigris y Eufrates.
Una serie de diques y canales redujeron las marismas a menos de 10% de su extensión original y transformaron el paisaje en un desierto con cortezas de sal. Más recientemente, en 2017, los militantes del Estado Islámico incendiaron pozos petroleros en la ciudad de Mosul, en el sur del país, y liberaron al aire, el agua y la tierra un cóctel tóxico de químicos.
4. Los bosques de Afganistán:
Décadas de conflicto han destruido más de la mitad de los bosques de Afganistán. El país ha sido deforestado hasta en un 95% en algunas áreas, en parte debido a las estrategias de supervivencia de la población y al colapso de la gobernanza ambiental durante décadas de guerra. La extensa deforestación ha tenido múltiples implicaciones sociales, ambientales y económicas para millones de afganos, incluida la creciente vulnerabilidad a diversos desastres naturales como inundaciones, avalanchas y deslizamientos de tierra.
5. Los ecosistemas de Nepal:
Durante el conflicto armado entre 1996 y 2006, el ejército, anteriormente responsable de la protección de los bosques, fue movilizado para operaciones de contrainsurgencia. Esto dio lugar a la explotación irresponsable de la vida silvestre y los recursos vegetales como las hierbas medicinales, entre ellas Yarsagumba (Cordyceps sinensis) y Chiraito (Swertia Chiraita), entre otros, por parte de insurgentes y civiles en áreas como el Parque Nacional de Khaptad, en el Área de Conservación de Makalu Barun.
6. Minería y tala en Colombia:
Décadas de extracción de oro no regulada en el país causaron daños ambientales en áreas controladas por los rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
La minería, junto con la extracción ilegal de otros recursos naturales, como la tala, fue una fuente importante de financiamiento para los rebeldes, y resultó en la contaminación por mercurio de los ríos y la tierra, especialmente en la cuenca del río Quito.
A pesar de los riesgos que representan la guerra y los conflictos armados para el medio ambiente, y el papel que pueden desempeñar los recursos naturales para alimentar o amplificar los conflictos armados, también existen oportunidades importantes para vincular el medio ambiente con la consolidación de la paz.
ONU Medio Ambiente se asoció con el Instituto de Derecho Ambiental, el Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia, la Universidad de Duke y la Universidad de California en Irvine para desarrollar un innovador curso abierto en línea sobre seguridad ambiental y el mantenimiento de la paz.
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