El mundo generó en 2018 más de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos; el equivalente a tirar a la basura 125.000 aviones jumbo o 4500 torres Eiffel y suficientes para cubrir de desperdicios toda la isla de Manhattan. Solo una pequeña porción de los restos de computadoras, electrodomésticos, teléfonos, baterías son reciclados correctamente, a pesar de que tienen un alto valor económico y el potencial de crear trabajos. Sin una gestión adecuada, dañan el medio ambiente y la salud humana.
Los productos electrónicos, desde paneles solares hasta teléfonos inteligentes, traen enormes beneficios para la humanidad y ofrecen nuevas oportunidades para el desarrollo. También son herramientas para enfrentar los desafíos del cambio climático, ampliar la educación, brindar atención médica y facilitar el comercio.
Sin embargo, el sistema actual de producción y consumo de estos productos también representa una amenaza. En todas las fases de la cadena de ese sistema, la extracción de materias primas, la fabricación, el transporte, la venta al por menor, el consumo y la eliminación de los electrónicos, existe una gran cantidad de recursos desperdiciados que tienen un impacto negativo en el planeta y nuestra salud.
Según un reciente informe conjunto de varias agencias de la ONU, cada año se producen aproximadamente 50 millones de toneladas de residuos electrónicos y eléctricos, los llamados “desechos electrónicos”, que equivalen al peso de todos los aviones comerciales jamás construidos. De esto, solo se recicla correctamente el 20%.
Si no se toman medidas, la cantidad de residuos se duplicará con creces para 2050, llegando a 120 millones de toneladas anuales.
Ante este panorama, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha emitido una alerta y pedido acción urgente para una mejor gestión de este “flujo tóxico”, para convertirlo en una fuente valiosa de trabajo decente, y crear un futuro mejor para todos.
Las consecuencias para el medio ambiente de la basura electrónica
Una joven revisa sus correos electrónicos. Foto: Banco Mundial/Simone D. McCourtie
Los desechos electrónicos se definen como cualquier cosa con un enchufe, un cable eléctrico o una batería. Desde tostadoras hasta cepillos de dientes, teléfonos inteligentes, heladeras, y televisores que han cumplido “su ciclo de vida”, hasta los componentes dentro de estos productos que tienen una duración más prolongada.
Este tipo de residuos constituyen una pequeña pero creciente proporción de los 2010 millones de toneladas métricas de desechos sólidos que se generan cada año en todo el mundo. Sin embargo, a diferencia del vidrio, el papel, la madera y otros materiales, los productos eléctricos y electrónicos usados contienen sustancias peligrosas además de materiales valiosos, por lo que requieren un tratamiento especial.
Pocos países tienen una forma uniforme de medir estos desechos que provienen de hogares, empresas y gobiernos, y que pueden contener metales preciosos como el oro, el cobre y el níquel, así como materiales raros de valor estratégico como el indio y el paladio. Para hacerse una idea, hasta 60 elementos de la tabla periódica pueden ser encontrados en un teléfono inteligente. Muchos de estos metales pueden ser recuperados, reciclados y utilizados como materias primas secundarias para nuevos productos.
Pero el reto es bastante difícil, ya que un solo producto puede estar hecho de más de 1000 sustancias diferentes. Y aunque los desechos electrónicos solo representan el 2% de la basura sólida mundial, también pueden significar hasta el 70% de los residuos peligrosos que acaban en vertederos.
Aunque los desechos electrónicos solo representan el 2% de la basura sólida mundial, también pueden significar hasta el 70% de los residuos peligrosos que acaban en vertederos.
Cuando no se almacena en bodegas, cajones o gabinetes, los desechos electrónicos a menudo se incineran, se tiran o terminan siendo destruidos a mano por los más pobres del planeta, en detrimento a su salud y el medio ambiente.
Hay que tener en cuenta que los desechos electrónicos del presente no son solo aquellos que utilizamos actualmente, todavía hay muchos productos del pasado que no han sido procesados. Hay millones de tubos de rayos catódicos de televisores y monitores antiguos, cintas VHS y reproductores de DVD que contienen compuestos tóxicos como el plomo, el cadmio y el mercurio, que los convierten en peligrosos y problemáticos. “Hay un rastro de desechos electrónicos generados a partir de tecnología antigua que debe abordarse”, afirman expertos de la ONU.
Estos desechos contaminan las fuentes de agua y las cadenas de suministro de alimentos, incluso como parte de los intentos de “reciclaje” informal en algunos países en desarrollo, donde se quema el plástico que contienen para recuperar los metales valiosos, un proceso que emite sustancias tóxicas a la atmósfera y envenena a niños y adultos.
Además, se calcula que para 2040, las emisiones de carbono provenientes de la producción y el uso de aparatos electrónicos representará el 14% de las emisiones totales. Esto es la mitad del sector de transporte hoy en día.
El problema del sistema de consumo
UITMuchos de los desperdicios electrónicos de tecnologías antiguas aún no han sido procesados o reciclados.
Al igual que la moda, los electrónicos cambian de estilo rápidamente y muchas veces los ingresos de las compañías que los producen dependen de vender los más “nuevos y avanzados” y a precios cada vez más asequibles.
Así como la ropa que utilizamos, eventualmente todos los teléfonos inteligentes, tabletas, cámaras y electrodomésticos se convertirán en desperdicio, y si tenemos en cuenta que la industria de consumo de electrónicos aumenta en una tasa del 6% anualmente, la demanda global continúa aumentando, mientras los sistemas de reciclaje se quedan atrás.
En la Unión Europea, líder mundial en reciclaje de residuos electrónicos, se reporta solo el 35% de ellos como adecuadamente recolectado y reciclado, mientras que, en el resto del planeta, el promedio es de un 20%.
El 80% restante no se reporta, y la mayoría termina enterrado bajo el suelo. Cabe destacar que los residuos electrónicos no son biodegradables y a la falta de reciclaje adecuado se le suma que cada vez los dispositivos son más pequeños y complejos, haciendo de la recuperación de sus materiales un proceso costoso.
También existe confusión y desinformación entre los consumidores en términos de cómo se deben manejar estos desechos. En muchos casos se tiran a la basura “normal” materiales que deberían ser separados tales como las baterías, las bombillas, los teléfonos inteligentes, los cables y las computadoras.
La falta de conciencia sobre cómo reciclar y la preocupación sobre la seguridad de los datos de los consumidores significa que hay grandes cantidades de residuos sentados en cajones, garajes, dormitorios y oficinas en todo el mundo esperando a ser atendidos.
El reciclaje informal
UNEP/K. LoeffelbeinTrabajadores de un centro de reciclaje informal de desechos electrónicos en Ghana.
En muchos países, las mujeres y los niños representan hasta un 30% de la fuerza laboral en el procesamiento informal de desechos electrónicos, por lo que son particularmente vulnerables.
Cuando futuras madres están expuestas a compuestos tóxicos existen grandes riesgos. Estudios recopilados por la ONU demuestran incrementos en abortos espontáneos y partos prematuros, así como reducción de peso y tamaño de los bebés. También se presenta una alta incidencia de defectos de nacimiento y mortalidad infantil.
Muchos de los desechos electrónicos producidos en países en desarrollo son enviados a países pobres de manera legal o ilegal, para luego ser procesados informalmente por un sector que incluye a mujeres y niños.
Los elementos tóxicos cancerígenos de los desechos electrónicos también han sido encontrados en la sangre de los trabajadores informales que laboran donde se queman estos productos para la extracción de metales. Los lugares donde esto sucede a su vez se han convertido en una especie de “centros económicos” que atraen vendedores de comida y asentamientos informales que a su vez expanden el alcance de la contaminación.
“Muchos de los desechos electrónicos producidos en países en desarrollo son enviados a países pobres de manera legal o ilegal, para luego ser procesados informalmente por un sector que incluye a mujeres y niños. Esto plantea una serie de cuestiones éticas, desde el principio de tirar desechos en naciones que no cuentan con las normas o la capacidad para gestionarlos de una manera que resulte menos perjudicial para el medio ambiente y la salud”, asegura Nikhil Seth, el presidente del Foro de diálogo mundial sobre el trabajo decente en la gestión de los desechos eléctricos y electrónicos, realizado en abril en Ginebra por la Organización Internacional del Trabajo.
Hoy en día, el número total de personas que trabajan informalmente en el sector mundial de residuos electrónicos es desconocido. Sin embargo, la OIT estima que en Nigeria lo hacen hasta 100.000 personas, mientras en China el número alcanza los 690.000.
Una oportunidad de oro para la economía mundial y el trabajo decente
OITSólo el 20% de los desperdicios electrónicos de reciclan formalmente, aunque están valorados en miles de millones de dólares.
La actualización y formalización de la industria, así como la creación de plantas de reciclaje formales proporcionan una oportunidad de trabajo seguro y decente para miles de trabajadores alrededor del mundo.
Además, existe un gran valor económico en los residuos electrónicos, en particular de materiales como oro, plata, cobre, platino, paladio, entre otros. De acuerdo con la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU), hay 100 veces más oro en una tonelada de teléfonos inteligentes que en una tonelada de mineral de oro. Esto quiere decir que los depósitos más ricos de la tierra se encuentran actualmente en vertederos o en los hogares de las personas.
Hay 100 veces más oro en una tonelada de teléfonos inteligentes que en una tonelada de mineral de oro.
Según recientes estimaciones, los desechos electrónicos están valorados en 62.500 millones de dólares anuales, más que el PIB de algunos países. Es también tres veces el valor de la producción de todas las minas de plata del mundo.
Actualmente las compañías de teléfonos inteligentes están creando mercados para reciclar y darles “una segunda vida” a sus productos, pero aún existe un margen muy importante para mejorar.
Sólo en 2016, se descartaron 435.000 toneladas de teléfonos inteligentes, a pesar de contener miles de millones de dólares de valor en materiales. Para sacarle provecho a este tesoro, el mundo debe avanzar hacia una economía circular de electrónicos.
La economía circular de los electrónicos
OIT/ A. MirzaTrabajadores ensamblan productos electrónicos en Bekasi, Indonesia.
“Tenemos que analizar todo el ciclo de producción de cada producto electrónico. Comienza desde la etapa de diseño, de ingeniería y, por supuesto, se adentra en toda la economía circular. El uso, reciclaje, restauración, reventa y devolución de la tecnología debe considerarse de una manera mucho más sistemática que hasta ahora, para asegurarse de que se generan los residuos electrónicos que no causan el tipo de daño que hacen ahora al medio ambiente y la humanidad”, añade Seth.
El uso, reciclaje, restauración, reventa y devolución de la tecnología debe considerarse de una manera mucho más sistemática que hasta ahora.
Existe una creciente toma de conciencia de que el modelo lineal predominante de «extraer, fabricar, utilizar y desechar» genera desechos a lo largo del ciclo de vida de los productos eléctricos y electrónicos y que estos desechos se podrían y deberían reducir.
Una economía circular es un sistema en el que todos los materiales y los componentes se mantienen en su valor más alto en todo momento, y los residuos no existen. Puede ser fácilmente pensada como lo contrario de la economía lineal de hoy.
“Si se diseñan productos que duren más tiempo, y si se recupera, reutiliza y recicla una mayor cantidad de desechos a lo largo del ciclo de vida de esos productos, habrá menos demanda de materiales vírgenes y se generarán menos residuos de la extracción de materias primas y de los procesos de embalaje y transporte de los productos”, afirma un informe de la OIT.
Según la Organización, si se aplica un enfoque de economía circular, los desechos eléctricos y electrónicos pueden considerarse un recurso que, adecuadamente gestionado, podría promover la obtención de medios de subsistencia, generar empleo, proporcionar acceso a la tecnología, facilitar la modernización tecnológica, propiciar la transferencia de conocimientos y competencias, y crear capital para fabricar productos básicos de segunda mano y recuperar materiales.
En una reunión celebrada en Ginebra , representantes de gobiernos y de organizaciones de trabajadores y de empleadores coincidieron en que desde el sector público se deben “aumentar e impulsar las inversiones en infraestructura y sistemas de gestión de desechos en todos los niveles, según proceda, a fin de gestionar los flujos en rápido aumento de desechos electrónicos, de modo que se promueva el trabajo decente.”
De acuerdo con la ITU, los beneficios económicos de emplear una economía circular en el sector electrónico y eléctrico podrá ser enorme, reduciendo los costos para los consumidores en un 7% para 2030 y un 14% para 2040.
Además, dado que los desechos electrónicos son un recurso creciente, al tiempo que disminuyen los metales y minerales, también hay una oportunidad para la recuperación de estos recursos. Combinado con mejores diseños y tecnología para recuperarlos se producirá un rendimiento más rentable de los materiales.
Asimismo, si se desarrolla de manera correcta, el sector puede generar millones de empleos en todo el mundo.
«Debemos ayudar con urgencia a los Estados miembros de la OIT y las Naciones Unidas a diseñar y fortalecer los sistemas y las políticas necesarias para gestionar los desechos electrónicos de manera que promuevan el trabajo decente, promuevan la salud de quienes manejan los desechos electrónicos y protejan el planeta”, concluye Nikhil Seth.