Directora de BioCultura y presidenta de Vida Sana, Parra lleva 40 años trabajando sin desmayo para que los alimentos ecológicos lleguen al mayor número posible de hogares españoles.

Sin ella, BioCultura también existiría, pero, sin duda, sería diferente. Ella le da un alma, un corazón, un profundo sentido cargado de emociones positivas a esta feria que, sin duda, es la feria líder de los productos ecológicos en España.

La rebelión ‘real’ hacia un Planeta más sostenible y justo empieza en el carro de la compra

Ángeles, eres la presidenta de la Asociación Vida Sana y directora de la feria de productos ecológicos más grande de España, BioCultura, además de vocal de la Comisión Permanente del Consejo Municipal de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Barcelona. Entre tu marido y tú tenéis 6 hijos, 7 nietos (y otro en camino)… Y sigues luchando…

Mi motivación es, principalmente, de carácter espiritual. No puedo quedarme con los brazos cruzados viendo lo que está pasando: vamos aceleradamente hacia un colapso ecológico total, sin precedentes, pues esta vez es de origen antropogénico.

Y mucha gente está sufriendo y va a sufrir más todavía. Mi alma me dijo, hace muchos años, que tenía que empezar a actuar.

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Trabajar en el campo de la regeneración, y no en el de la devastación, me hace sentir viva y bien. Mi compromiso moral y emocional con la naturaleza, con lo sagrado… me lleva a actuar de forma consciente.

Pienso siempre en la séptima generación futura. Hay que dejarles a ellos/as un ecosistema global mejor del que disfrutamos nosotros/as. Pongo todo mi empeño en ello. Procuro educar a todos los míos en lo mismo.

La fuerza del consumo

¿Somos lo que compramos?

En cierta forma sí. Cada uno de nosotros, con sus hábitos de compra, puede decantar el mundo hacia una sociedad más justa y respetuosa con la Naturaleza o, por el contrario, puede contribuir a la degradación gaiana.

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Nosotros decimos: quizás no seamos capaces de salvar el planeta, pero, desde luego, no vamos a contribuir a su destrucción. Vamos a hacer todo lo posible por cambiar la situación ahora que nos encontramos muy cerca de un punto de no retorno.

Si hablamos de cambio climático, la alimentación y la ganadería orgánicas enfrían el clima y conservan población en entornos rurales, lo que ayuda a que el mundo rural siga vivo y no sea pasto de las llamas.

El carro de la compra ya es una forma de carro de combate, como dicen algunos, que sirve para plantarle cara a un sistema que está destrozando el planeta y las sociedades humanas. La rebelión hacia un mundo más sostenible y justo empieza en el carro de la compra.

España es líder en producción ecológica en Europa. Vosotros, desde Vida Sana/BioCultura, habéis contribuido en gran medida, ¿no es así?

Sin nosotros, España sería, de todas formas, líder en producción ecológica, qué duda cabe.

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Pero el caso es que nosotros hemos tenido mucho que ver con el proceso de “democratización” de lo ecológico en España.

No siempre se nos reconoce o, mejor dicho, no siempre se nos quiere reconocer. Digamos que nosotros hemos hecho, en muchas ocasiones, lo que tendría que haber hecho el Estado, que, durante muchos años, ha “estado ausente”, nunca mejor dicho.

Fueron muchos años de predicar en el desierto. Hablábamos con consumidores, con agricultores, con empresarios… para que se pasaran a lo ecológico. Empezamos a certificar nosotros cuando no existía la certificación oficial.

En fin… Un montón de trabajo que hoy está dando sus frutos y que otros recogen y que a nosotros nos alegra que así sea, ya que nosotros no vendemos nada, no somos una empresa, sino una ONG.

La percepción de la ciudadanía

En todos estos años, la percepción del público acerca de lo que es un alimento ecológico ha cambiado mucho… 

Sí, así es. Ahora, casi todo el mundo sabe qué es un alimento ecológico y lo valora. ¿Una moda? Llevamos casi cuatro décadas. Y BioCultura no para de crecer.

¿Una moda se puede mantener cuatro décadas? La ciudadanía ha comprendido que la alimentación es muy importante para mantener la salud y valora que un alimento se haya producido de la forma más natural posible. Porque sabe que lo contrario (pesticidas, conservantes, edulcorantes, transgénicos…) significa enfermedad y muerte, a la corta o a la larga.

Los diferentes desastres alimentarios que hemos padecido en todos estos años (“vacas locas”, dioxinas en los pollos…) han contribuido a concienciar a la gente. La ciudadanía sabe que hay una relación directa entre la pandemia de cáncer, por ejemplo, y una alimentación muy tóxica.

El hecho de que las grandes superficies se hayan subido al carro de lo orgánico… ¿es positivo o negativo?

Bueno, tiene sus ventajas y sus problemas. Es positivo que el alimento ecológico llegue cada vez más a un mayor número de personas. En esto todos estamos de acuerdo. Y, de alguna manera, lo queramos o no, este proceso va a continuar.

El asunto es que las grandes superficies y las empresas convencionales que empiezan a lanzar líneas de productos ecológicos deberían respetar las claves, la esencia… de lo que ha sido hasta ahora el sector ecológico, un sector que se ha caracterizado por la transparencia, el juego limpio y la autenticidad.

Revolución solar

La democratización de los alimentos ecológicos y su presencia en cada vez más espacios está abaratando precios… Pero, ¿todavía queda mucho por recorrer?

Sí a las dos reflexiones. Hay cada vez más personas concienciadas de la necesidad de proteger nuestra salud y la salud del planeta. Y estas personas encuentran, cada vez más, un fácil y mayor acceso a esos productos que buscan.

La legislación, sin embargo, todavía premia al que contamina, y al que no lo hace le obliga a certificar su producto con un coste añadido. Es de locos.

En la medida en que la presión ciudadana y la concienciación provoquen cambios en las políticas alimentarias y ambientales, los productores ecológicos lo tendrán más fácil y podrán bajar precios…

Habría que incentivar fiscalmente a aquellos que producen de la mejor manera posible. Y este es el caso del sector ecológico. Hay que, progresivamente, abandonar la apuesta por los sectores petrodependientes y dar el gran salto hacia la eco-nomía orgánica y la revolución solar.

Ha transcurrido mucho tiempo desde los primeros años de Vida Sana… ¿Nos puedes hablar de los principales cambios del sector?

Al principio éramos muy idealistas. Nos faltaba profesionalidad. Por ello el proceso fue muy lento. Lo que ha cambiado más es la preparación de la gente de nuestra asociación y del propio sector. Al principio de los principios, los pocos que formábamos el sector éramos más activistas que profesionales.

Hoy, eso ha cambiado mucho. En nuestra asociación ahora todos somos gente preparada. Y en el sector hay muchas mujeres, muchos jóvenes, muchos hombres… muy preparados y con mucho dinamismo y energía. También ha cambiado la distribución. Los alimentos “bio” están incluso en las grandes superficies.

Esto antes era impensable. Antes éramos idealistas y ahora somos mucho más profesionales. Pero seguimos siendo activistas. Como dije al principio, lo que me mueve es mi compromiso de carácter espiritual, moral. No estoy aquí para dar de comer a mi familia, aunque también. Yo soy enfermera de profesión.

Podría ganarme la vida de otra forma. Desde hace cuatro décadas trabajo con todo el ahínco posible para que la alimentación ecológica, ese tesoro, llegue al mayor número posible de hogares.

Autor: Javier Bolufer

Fuente: Vida Sana

ecoticias.com