El agujero en la capa de ozono es una fenómeno que lleva presente entre nosotros varias décadas, desde que fue descubierto en 1985. A principios de este siglo consiguió abrirse más que nunca pero durante los últimos años hemos conseguido cerrarlo consiguiendo mínimos históricos. Sin embargo, otro agujero ha estado formándose, esta vez en el Ártico y no en la Antártida. Y durante los últimos años ha crecido más que nunca.
Los agujeros en la capa de ozono se forman cuando la cantidad de ozono está por debajo de los niveles normales. Esto se da por generalmente en invierno, cuando las nubes de gran altitud traen bromo o cloro y consumen el ozono del área. El agujero en la capa de ozono por lo tanto, y en líneas muy generales, es la ausencia de niveles de ozono suficiente. Y esto provoca que la radiación cruce más fácilmente la atmósfera y llegue a nosotros.
Dos agujeros en la capa de ozono de los que preocuparse
En las últimas semanas un agujero en la capa de ozono del Ártico se ha abierto. Es el más grande que se ha registrado en el Polo Norte y los datos recién publicados en los últimos días dejan ver que ya rivaliza con el agujero de la capa de ozono en el Hemisferio Sur.
El agujero en la capa de ozono en el Ártico no es nuevo, se registró por primera vez en 1997 y posteriormente en 2011. No obstante, su tamaño ha sido ínfimo en comparación con el del Polo Sur. Es decir, la disminución de los niveles de ozono ha sido mínima como para ser un agujero de ozono real como el de la Antártida. Esto ha cambiado durante 2020.
Este año los vientos que llegaron al Polo Norte atraparon el aire frío dentro de un vórtice polar haciendo que el Ártico tuviese el invierno más frío registrado en las últimas décadas. Con estas temperaturas tan bajas las nubes de gran altitud se formaron y empezaron a destruir el ozono (no las nubes, sino los componentes provenientes de la contaminación que traían las nubes).
Según los investigadores, este año se ha dado una reducción de hasta el 90% de la capa de ozono en algunas zonas del Ártico. Normalmente se hacen las mediciones a los 18 kilómetros de altitud, que es donde más concentración de ozono suele darse. Si normalmente hay 3,5/1.000.000 de ozono, este año sólo hay 0,3/1.000.000, una reducción drástica.
En las próximas semanas, con el aumento de las temperaturas y en consecuencia la disolución de las nubes, comenzará a recuperarse el ozono de ese área. Sin embargo, también podría desplazarse ligeramente y por lo tanto acercarse a zonas más pobladas.
Por la constitución del Polo Sur sin tierra firme y relieve (obviando la Antártida) es más fácil que se den temperaturas drásticas que en el Polo Norte, donde hay montañas y otros fenómenos geológicos que evitan bajadas grandes de la temperatura. Es por eso que siempre hemos tenido un agujero en la capa de ozono importante en el Polo Sur y no en el Polo Norte. El año pasado se registró el agujero más pequeño en el Polo Sur, ahora falta por ver si conseguimos evitar también el del Polo Norte los próximos años.’
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