La conectividad ecológica podría ser la clave para resguardar efectivamente la biodiversidad del mundo, pero también podría ser una herramienta que sirva para evaluar la relación que tenemos con el medioambiente.
No es novedad que la intervención humana ha tenido efectos negativos en la naturaleza (ni cómo esos impactos se vuelven exponenciales cuando caminan de la mano del cambio climático). Las áreas naturales protegidas son una manifestación resolutiva a los problemas actuales, pero que no han podido alcanzar su potencial, y la conectividad ecológica podría ser la clave para lograrlo.
Al diseñar ciudades se trazan rutas que conectan espacios y reflejan los intereses económicos y políticos, pero no siempre los sociales, de un país. Dentro de estos diseños hay pequeños mundos, como burbujas, donde se enmarca la vida salvaje; extensiones de tierra que se ajustan al diseño e intervención humana. Las áreas naturales protegidas son fundamentales para la conservación, pero también son una muestra clara de la incapacidad de las personas de ceder a la naturaleza el control sobre el espacio. Como una pequeña simulación que conserva la ilusión de lo salvaje, en contraste con el orden que para nosotros hace sentido. Un orden que podría haber sido diferente, que normalizamos y, entonces, replicamos sin cuestionamiento alguno.
Una ofrenda necesaria
Frente a un acomodo fragmentado de los ecosistemas, hay quienes apuestan por la conectividad ecológica como una herramienta clave para reducir el ritmo acelerado de la pérdida de hábitat y biodiversidad. Una mayor consideración de las conexiones entre áreas protegidas podría ser parte de la solución a este problema. Teóricamente está sustentado el enfoque de la conectividad ecológica, pero no sólo eso. Dentro de las limitantes que existen para rediseñar ciudades y países que beneficien a la naturaleza y favorezcan, por ejemplo, a los peatones por encima de los automóviles, esta propuesta es como una pequeña ofrenda para ceder el paso a otras especies y seres vivos.
Porque la fragmentación, desde donde la veamos, es un concepto aplicado que atenta contra el funcionamiento del planeta entero. La interdependencia es la regla y no la excepción: las selvas necesitan a los desiertos, los desiertos a los mares, las aves a las abejas y las abejas a las plantas. La red de conexiones es interminable.
¿Qué es la conectividad ecológica?
Miembros del Grupo de Especialistas en Conservación de la Conectividad de la UICN publicaron una nueva guía para incentivar un nuevo manejo de las áreas naturales protegidas. La guía “Guidelines for conserving connectivity through ecological networks and corridors” explica que la conservación de la conectividad es esencial para gestionar ecosistemas saludables, conservar la biodiversidad y adaptarse al cambio climático en todos los biomas y escalas espaciales.
Esto es importante porque los ecosistemas bien conectados sustentan una diversidad de funciones ecológicas,mk tales como migración, hidrología, ciclo de nutrientes, polinización, dispersión de semillas, seguridad alimentaria, resiliencia climática y resistencia a enfermedades. El pilar para ejecutar esta visión son los corredores ecológicos. Éstos se basan en la mejor ciencia y práctica disponibles para mantener, mejorar y restaurar la conectividad ecológica entre áreas naturales protegidas y otros ecosistemas intactos.
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Según Jodi Hilty, miembro del Grupo de Especialistas en Conservación de la Conectividad de la UICN:
“Si bien el concepto de corredor ecológico es fácil de comprender, los esfuerzos realizados hasta la fecha para conservar los corredores entre áreas protegidas se han quedado cortos. Esto se debe en parte al hecho de que el concepto es bastante nuevo. También a que las herramientas de conservación que tenemos implementadas no fueron desarrolladas con la conservación de la conectividad en mente. Sin embargo, la mayor parte de los datos demuestra que, más que nunca, mantener la conectividad ecológica es clave para la conservación de nuestro mundo natural.”
¿Cómo funciona la conectividad ecológica?
A la hora de fragmentar los espacios naturales se limita la movilidad de las especies que ahí habitan. Cuando sucede alguna catástrofe natural como un incendio, no tienen a donde refugiarse. Una de las utilidades de los corredores ecológicos sería hacer frente a este tipo de fenómenos para que, naturalmente, usen a la reubicación como forma de conservación.
Además de conservar la naturaleza, la conectividad ecológica también puede beneficiar a las personas. Según Jodi Hilty:
“En algunos casos, los corredores ecológicos pueden servir como vías para las comunidades móviles en las culturas de caza / recolección y pastores. En otros lugares, los corredores ecológicos también pueden proporcionar beneficios recreativos o pueden amortiguar ríos, arroyos y humedales. Y en algunos casos, los corredores pueden servir como hogares para los polinizadores de cultivos o como fuentes de reserva de semillas para la regeneración forestal.”
La conectividad ecológica no es una solución única a los problemas actuales, pero sí es una de las herramientas que se deberían implementar. Para eso, el tema debe formar parte de la agenda política. Aunque, en realidad, sería buen ejercicio tratar de traducir este modelo de conectividad ecológica a otros terrenos de la política pública. Para así dejar de lado la idea de los fragmentos y regresas a propuestas que se basen en la idea de la interdependencia, correspondencia y reciprocidad (que nos debemos a nosotros mismos, a la colectividad y al medioambiente).
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