Sara Elisa Fernández.- “El problema más complejo, exclusivo de nuestra generación, reside en que el colosal consumo de alimentos y combustibles por parte de tan solo el 10% de la población” asegura la profesora y escritora Hope Jahren en una entrevista con EFEverde en la que defiende que la Tierra tiene capacidad para alimentar a todo el mundo, pero que mucha gente pasa necesidades porque no sabemos repartir sus recursos.

Esta profesora de la Universidad de Copenhague cree que la ciencia “saca lo mejor de sí misma” cuando no se impone ninguna norma acerca de cómo trasladar su conocimiento a la población, y acaba de publicar El afán sin límite  (Ed. Paidós), un libro donde mezcla divulgación científica con relato personal, porque tiene algo preocupante que contarnos.

“Si tienes ordenador y puedes hacerme esta pregunta por Skype, probablemente formes parte de ese 10% que está acaparando los recursos del mundo”, ha explicado Jahren a EFEverde, aunque dice tener buenas noticias: “como tu consumo energético es tan alto, todo pequeño cambio que hagas tendrá un gran efecto”.

Lo importante si estás dentro de ese 10%, recalca, no es “cómo te hace sentir esa información”, sino “qué vas a hacer con ella”.

Revisar nuestros hábitos

E insiste en la necesidad de revisar nuestros hábitos: “¿puedes cambiar la cantidad de carne que consumes? , ¿puedes cambiar la cantidad de vuelos que coges al año?, ¿puedes cambiar las veces que te subes al coche?”.Según la autora, si los 36 países de la OCDE redujeran su consumo de carne a la mitad, el abastecimiento de cereales del resto del mundo aumentaría un 40%, dados los cuantiosos recursos que se destinan a alimentar al ganado (entre ellos, el 30% del agua dulce que empleamos y ⅔ de la producción de antibióticos de Estados Unidos). 

Además, denuncia en su libro que los países que más se benefician de los combustibles fósiles no son los que sufren sus peores consecuencias.

Pone como ejemplo a Bangladés, un país que pese a producir mucho menos del 1% del dióxido de carbono que se libera a la atmósfera, podría verse seriamente damnificado por  la subida del nivel del mar en los próximos decenios, y que además carece de recursos para construir presas que puedan frenar la entrada del agua.

Desperdicio de alimentos

Jahren advierte en la entrevista con EFEverde que peligran muchos otros sitios con actividades agrícolas cerca de la costa: “Una vez que el agua salada se mezcle con ese suelo y sus aguas subterráneas, estas ya no se podrán beber ni emplear para el riego”.En El afán sin límite también pone el foco en el desperdicio de alimentos, explicando que la cantidad de comida que despilfarramos cada año equivale al suministro de frutas y verduras de todo África. 

Apunta, no obstante, una posible solución que cree que “se materializará en los próximos 10 años” y que consiste en inyectar químicos procedentes de los cítricos- que son alimentos que “aguantan mucho tiempo”- en otras frutas para ayudar a su preservación y que no se tengan que desechar antes de su consumo.

La autora admite que “le preocupa que la información real haya desaparecido de los medios” y algo que no es culpa de los periodistas, ni de la audiencia, sino “del sistema y su lucha por captar nuestra atención”, que ha eliminado “todo pensamiento crítico”.

“Los factores que hacen de los medios un sistema tan dinámico y emocional son especialmente destructivos cuando se trata de comunicar sobre algo sutil e incierto como es el cambio climático”, explica Jahren en relación a un capítulo en el que afirma que mientras el miedo nos hace huir de un problema concreto, la información nos acerca a él.

“Consumir menos y compartir más será el  mayor reto que deberá afrontar nuestra generación”, sentencia Jahren, quien cree que el cambio climático es fruto de nuestro “afán sin límite” .

Y, sobre todo, que nadie le diga que “la distribución de alimentos es inviable” , cuando vivimos en un momento en el “que recibimos en menos de 24 horas” unas zapatillas que hemos comprado en un almacén de la otra punta del planeta. EFEverde