La mayor parte del pueblo indígena Nasa se concentra en el norte del Cauca y se caracteriza por su lucha por la reivindicación de sus derechos y por la resistencia a procesos que puedan afectar a su comunidad, cultura, territorio o sus creencias.
En este contexto, uno de sus principales intereses es garantizar la alimentación de sus niños escolarizados, a partir de un sistema alimentario tradicional indígena, con riqueza étnica y cultural.
Sin embargo, este pueblo no es ajeno a la crisis alimentaria que se da por la imposición de un sistema alimentario globalizado y descontextualizado que los despoja de toda la espiritualidad y el sentido que poseen para las comunidades indígenas.
Este es el caso de la alimentación escolar en dicho resguardo –a cargo del PAE y coordinado por el Ministerio de Educación Nacional (MEN)– que por ser de carácter nacional es estandarizado para conservar las propiedades de energía y nutrientes que se pretende ofrecer a los beneficiarios, y solo cambian algunos alimentos según la disponibilidad regional. Además se plantean desde una lógica que impulsa ciertas pautas de consumo alimentario, que en ocasiones dejan de lado aspectos culturales, sociales e históricos de las comunidades.
Con este reto, la comunidad del Resguardo ha optado por una estrategia diferente: “estas alternativas han generado un impacto importante en la comunidad educativa y son una plataforma importante para fortalecer tanto la soberanía como la seguridad alimentaria y nutricional del Resguardo, trabajando desde la re-valoración de formas de producción tradicionales, producción local de alimentos más sanos y con menor impacto al medioambiente, que además favorecen aspectos sociales y ecológicos”.
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Así lo señala la investigadora Leidy Viviana Sandoval Jiménez, magíster en Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien analiza desde un enfoque decolonial, o crítico, los procesos vinculados a la alimentación escolar del pueblo Nasa y su relación con la soberanía alimentaria y la seguridad alimentaria y nutricional.
En su estudio realizó 11 entrevistas entre semiestructuradas (con preguntas abiertas y cerradas) y abiertas en la comunidad, especialmente a representantes de la institucionalidad, funcionarios del PAE de la Secretaría de Educación, representantes del operador del PAE, miembros de la comunidad, productores indígenas, padres de familia de la institución, funcionarios de la institución educativa, profesores, docentes y manipuladores de alimentos.
Según su análisis, una de las grandes preocupaciones de la comunidad es que reconocen que el PAE, por ser estandarizado, no ofrece los requerimientos nutricionales suficientes para los menores de la comunidad, por lo que buscan crear ese complemento nutricional a través de refrigerios al tiempo que refuerzan sus costumbres y su diferenciación cultural al ofrecer productos típicos de su cultura.
No obstante, esa alimentación diferencial no se implementa, debido a los protocolos estrictos de las instituciones que controlan y regulan los planes de alimentación en el país, y que aunque lo hacen en pro de mantener los estándares de calidad, los productos autóctonos de la región y los que son consumidos culturalmente terminan siendo inviables por la falta de registros sanitarios y sellos de calidad, que al final impiden la identificación cultural desde la alimentación que buscan estas comunidades.
Una apuesta por la alimentación típica
La alimentación del pueblo Nasa se basa en alimentos típicos como el maíz, el plátano, la papa cidra y el fríjol, pero sobre todo en preparaciones típicas como la mazamorra y la sopa de maíz, las cuales intentan incluir en la alimentación ofrecida en la institución educativa. “Esto juega un papel esencial en el mejoramiento de la seguridad alimentaria y nutricional y en el fortalecimiento de la soberanía alimentaria, ya que la comunidad reconoce el beneficio de incluir estas preparaciones”, explica la investigadora.
La comunidad reconoce que se ha venido perdiendo de forma importante la identidad relacionada con la alimentación tradicional, en parte debido a la globalización de la alimentación.
Por eso algunos estudiantes prefieren consumir alimentos mucho más industrializados, ultraprocesados y comida que no corresponde a su cultura.
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Para José Aldemar Inseca, exgobernador del Resguardo Indígena de Toez y coordinador de procesos PAE de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, aunque en el territorio hay alimentos a los que los niños y jóvenes pueden acceder, sienten que se les impone aquellos que llegan elaborados y que contienen químicos: “acá tenemos el producto fresco, y nosotros mismos podemos transformarlos, algo que sería útil para nuestros niños y nuestros cuerpos, pues además de dar la energía suficiente, podemos tener la tranquilidad de que están libres de químicos y conservantes”.
Según la investigadora, algunos de los docentes entrevistados mencionaron que algunos estudiantes deben recorrer largos caminos por varias horas para llegar a la institución educativa y que estarían gastando más calorías y energía que los demás, por lo que posiblemente muestra un panorama de inseguridad alimentaria y nutricional.
“El país está compuesto de comunidades muy diversas, y por eso es contraproducente estandarizar los menús que se ofrecen, pues se deben tener en cuenta tanto las características culturales de cada región como sus necesidades nutricionales”.
Los encargados de pensar y supervisar estos programas deben entender que las realidades en campo son distintas a las teorías, y por ende siempre se deben tener en cuenta los recursos alimenticios que ofrece cada zona en particular, para aprovecharlos y generar un acercamiento cultural de apropiación con las comunidades en sus territorios.
Una propuesta que se debe fortalecer
Como estrategia alternativa, la comunidad plantea implementar refrigerios propios que, según el exgobernador Inseca, están compuestos por alimentos limpios como jugos naturales con panela o endulzados con caña de azúcar, arepas de maíz recién cultivado, entre otros. Sin embargo, la investigadora asegura que esta no cuenta con una minuta ni con un ciclo de menú específico, sino que se elaboran de forma empírica sin tener quien los oriente en su formulación.
Agrega que estas iniciativas favorecen los circuitos cortos de comercialización al evitar la intermediación, favorecen las compras locales y los procesos de devolución de alimentos en caso de que estos no cumplan con las condiciones óptimas.
Según el líder comunitario, la comunidad le ha hecho propuestas al Estado relacionadas con la escogencia de alimentos propios del territorio y la transformación de estos, pero no han tenido respuestas.
Estas comunidades incentivan esta diferenciación cultural no solo desde la comida sino también desde los procesos de educación a los niños en las escuelas, por lo que en cada resguardo implementan programas que reivindican sus tradiciones, la misión y la visión que tienen del mundo.
“En el resguardo de la comunidad también se implementan programas productivos agropecuarios que buscan que los estudiantes aprendan la cosmovisión de la comunidad en cuanto al acercamiento del individuo con la tierra y todo lo que ella produce tradicionalmente si se maneja y se cuida de manera responsable”, describe el coordinador.
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