Para nadie es un secreto que la situación de violencia que afecta al municipio de Tumaco generó una frase muy recurrente al hablar del lugar: “por allá es muy peligroso”, no obstante, la tumaqueña Valeria Araújo, atleta clasificada a París 2024, es la representación de la calidad humana que existe en dicho lugar del departamento de Nariño.

La colombiana nació en una pequeña isla cerca de la frontera con Ecuador, por lo que uno de sus primeros sueños fue el de conocer lo que se encontraba más allá de las montañas que alcanzaba a mirar. El camino para conseguirlo fue el deporte y aunque al principio no disfrutaba de la práctica del atletismo, poco a poco, le fue teniendo más cariño.

“El atletismo representa un tema de superación personal, porque cuando inicié con el deporte la verdad no tenía ni ganas, ni tampoco me atraía mucho correr, pero logré desarrollar habilidades y Dios me puso personas en el camino para poder darme cuenta de las mismas”, con su inigualable sonrisa, Valeria reconoce que la práctica del atletismo, junto con el tiempo, fueron los responsables de generarle una pasión por alcanzar su nuevo sueño, el de participar en los Juegos Olímpicos.

Con el paso de los años y las competencias, Valeria fue cambiando su imagen y pensamiento, en primera instancia comenzó a distinguir su habilidad, a darse cuenta que contaba con las aptitudes necesarias para desempeñarse como una de las mejores atletas en el heptatlón.

En el segundo caso, su pensamiento se fue transformado gracias al cambio de varias expresiones en su vocabulario, por ejemplo, con la palabra sacrificio, pues Valeria considera que es un camino a seguir, donde es necesario superar toda clase de pruebas, para alcanzar las metas y aspiraciones que cada persona se propone.

“Cuando tú tienes una pasión estás dispuesto a superar los obstáculos que la vida te pone y lograr lo que se desea. Yo no lo veo como un sacrificio porque aprendes, te superas y cuando estás en lo más alto, lo recuerdas y dices: vale la pena tanto esfuerzo”, nada es gratis en la vida y Valeria tiene claro que sus resultados también hacen parte de su forma de ser, por lo que dentro y fuera de las pistas o las pruebas de lanzamiento, siempre está dispuesta a darle una mano a quién lo necesite.

“Yo mantengo mi amor como tumaqueña, pues a donde quiera que llego, si te puedo ayudar te brindo la mano y creo que las personas que me rodean me pueden distinguir por eso”, con alegría Valeria destaca que cuenta con orgullo donde nació y el país al que representa, pues gracias a ellos tiene los valores con los que marca la diferencia a la hora de competir y enfrentarse ante cualquier obstáculo que se le presente.

Las enseñanzas en su hogar son la principal razón para comprender su forma de ser, además, su fe y creencia en Dios también le permitieron moldear sus aspiraciones, pues sabía que si lograba conocer lo que había más allá de aquellas montañas también era gracias a que Dios le brindaba la oportunidad para hacerlo.

“A veces uno en temas de sueños se limita, uno cree que eso va a suceder por allá en diez o 15 años, y es muy chistoso porque, en mi caso, ya han pasado 12. Pero todo llega a su tiempo y ya estoy cumpliendo con mi sueño y la satisfacción de hacerlo es gigante”, con seguridad Araújo expresa que no se arrepiente de las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida, es consciente que maduró rápido para decidir lo mejor en su futuro, pero que fueron esas determinaciones las que le permitieron dar el gran salto como persona y atleta.

Valeria no lo niega, tiene claro que su principal meta en París 2024 es la de conseguir el podio olímpico y demostrar que Colombia tiene madera para destacarse en una de las pruebas más exigentes del atletismo. A sus 27 años, su trabajo, entrega y perseverancia le permiten soñar con una medalla olímpica.

Con su fe renovada, la mente enfocada y el entrenamiento determinado, Valeria Araújo se presenta en los próximos Juegos Olímpicos con la aspiración de cumplir con el objetivo que nació en su vida gracias a las personas que la apoyaron. Acompañada de una inquebrantable fe, no dudará en ser la mano amiga para quien la pueda necesitar tanto en París, como en el recorrido al que llamamos vida.