Aerial view of the Andes mountain range, near the border between Chile and Argentina, on January 29, 2013. AFP PHOTO/Pablo PORCIUNCULA (Photo by PABLO PORCIUNCULA / AFP)

La historia de los Andes se ha transformado a la par del interés humano sobre sus elevaciones. Aunque en un principio el objetivo fue su conquista, ahora preocupa su conservación, el acelerado derretimiento de sus glaciares por el aumento de la temperatura, y la expansión en sus laderas tanto de la frontera agrícola como de la minería.

Jhon Williams Montoya Garay | Ph. D. en Ciencias Geográficas de la Universidad de Laval (Canadá). Profesor titular del Departamento de Geografía de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotáshare

El cambio climático ha afectado tanto el uso del suelo como los glaciares de la cordillera de los Andes.  Foto: Pablo Porciúncula/AFP.El cambio climático ha afectado tanto el uso del suelo como los glaciares de la cordillera de los Andes. Foto: Pablo Porciúncula/AFP.

La historia de los Andes se ha transformado a la par del interés humano sobre sus elevaciones. Aunque en un principio el objetivo fue su conquista, ahora preocupa su conservación, el acelerado derretimiento de sus glaciares por el aumento de la temperatura, y la expansión en sus laderas tanto de la frontera agrícola como de la minería.

Hasta el siglo XVIII el pensamiento de Occidente consideraba las montañas como un obstáculo, una barrera, un espacio de escaso valor, aunque para algunas culturas siempre han sido lugares mágicos o sagrados. Como subrayara el geógrafo francés Numa Broc, es en ese momento cuando las montañas comienzan a ser valoradas y reconocidas tanto en la literatura como en la ciencia. El cambio de perspectiva frente a ellas fue tan radical que en el siglo XVIII y XIX aparecieron naturalistas y geógrafos como Alexander von Humboldt, quien hizo de los Andes su pasión, celebrada con el famoso ascenso al estratovolcándel Chimborazo, considerado en su momento como la máxima elevación del mundo.

Estas preocupaciones dieron lugar al interés por organizar un número especial de los Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía,convocando a científicos naturales y geógrafos, especialmente de América Latina, para someter sus contribuciones y ofrecer así un panorama de los Andes. A partir de estas contribuciones es posible hacer un balance sobre de dónde viene y para dónde va la cadena montañosa más extensa del planeta.

Aún antes de Humboldt la cordillera había sido un destino popular por dos razones que la hacen única: su secuencia vertical –principalmente en áreas tropicales, que genera una rica diversidad de climas y ambientes– y su poblamiento particularmente denso, difícilmente encontrado en otros espacios de montaña. Ello despertó el interés de muchos geógrafos y científicos, quienes siguiendo la tradición humboldtiana hicieron de los Andes su área de investigación. Entre ellos encontramos a Carl Troll, Isaiah Bowman, William Denevan, Olivier Dollfus, Thomas van der Hammen, Pierre Usselman, Daniel Gade, Axel Borsdorf y Jean Paul Deler, quienes han hecho contribuciones sustantivas para entender la intrincada relación entre hombre y naturaleza que se ha formado desde Venezuela hasta la Patagonia en el borde occidental de Suramérica.

Dicha complejidad, por ejemplo, es muy bien tratada alrededor de las exploraciones de letrados viajeros, como el diario de don Miguel de Santisteban a mediados del siglo XVIII o la relación de mando de Basilio Vicente de Oviedo. En ambos se retrata la exuberancia de la naturaleza, la diversidad de los paisajes y las dificultades para la ocupación humana, en particular la peligrosidad de los caminos descendiendo por las cordilleras a los llanos y valles intramontanos.

Glaciar de Cotopaxi en mayo de 2024. Foto: Jhon Williams Montoya Garay, profesor titular del Departamento de Geografía de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).Glaciar de Cotopaxi en mayo de 2024. Foto: Jhon Williams Montoya Garay, profesor titular del Departamento de Geografía de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Algunas décadas más tarde los recorridos de Humboldt y de otros viajeros, así como pintores y artistas (por ejemplo Bellermann o Appun), retratan unas cordilleras fragmentadas por la nueva realidad geopolítica de las nuevas naciones y su afán por modernizar caminos y actividades económicas, especialmente la minería por la que Humboldt tenía especial interés. Estas representaciones –además fuertemente influenciadas por el movimiento romántico– resaltaban la fuerza caótica de la naturaleza y tenían en el paisaje una de sus principales herramientas conceptuales y pictóricas, como lo ejemplifica la imagen de las montañas de Mérida.

Durante el siglo XX las imágenes de los Andes fueron múltiples, y frecuentemente se centraron en la relación del hombre con la tierra. La expedición de Carl Troll (1926-1929), por ejemplo, aparte de un detallado levantamiento botánico y geomorfológico, también aplica los principios de la antropogeografía del geógrafo alemán Friedrich Ratzel, con los que desarrolla un análisis de la organización del espacio andino, especialmente alrededor de la explotación de los diferentes pisos bioclimáticos y los desarrollos técnicos de los grupos indígenas y campesinos, que incluyen la construcción de terrazas en laderas, los sistemas de irrigación de montaña, las selección y diversificación del cultivo de tubérculos y granos como la quinua, y diferentes prácticas socioculturales como la milpa y el conuco.

Aunque los estudios de finales de siglo XX mantuvieron la tradición sobre la verticalidad en la organización espacial de las cordilleras y la compleja interacción entre grupos campesinos e indígenas en la explotación del territorio, también exploraron nuevos retos, entre ellos el análisis de riesgos naturales potencializados por la mezcla de una dinámica geomorfológica, que incluye evidentemente la incidencia de altas precipitaciones en ciertos puntos de las vertientes y una ocupación cada vez más densa, derivada de la expansión tanto de la agricultura como de las vías de comunicación y de la urbanización.

Cotopaxi, uno de los volcanes activos más grandes del mundo, perdió el 30 % de su glaciar en dos décadas. Foto: Copotaxi: Rodrigo Buendía/AFP.Cotopaxi, uno de los volcanes activos más grandes del mundo, perdió el 30 % de su glaciar en dos décadas. Foto: Copotaxi: Rodrigo Buendía/AFP.

Esta última ha sido no solo significativa sino también particular. Como resalta Olivier Dollfus, uno de los andinistas más destacados de finales del siglo XX, los Andes es el único espacio de montaña en el mundo prolijo en ciudades de todos los tamaños, desde grandes aglomeraciones como La Paz, Bogotá y Quito, hasta una red de ciudades medias que incluye asentamientos muy importantes como Arequipa, Cochabamba, Mérida, Manizales… y también numerosas ciudades pequeñas, las cuales se han venido expandiendo especialmente cerca de las grandes áreas metropolitanas.

Esta creciente urbanización es quizá uno de los mayores retos de los Andes entrado el siglo XXI. La metropolización y modernización de las ciudades andinas, acelerada en las últimas décadas, ha implicado importantes impactos sobre los ecosistemas de montaña en la medida en que se requiere aumentar la producción de energía y materias primas para el desarrollo industrial y el suministro de diferentes bienes a las ciudades (ver mapa 1).

Este crecimiento urbano y económico se ha desarrollado en gran medida a través de la explotación intensiva de los abundantes recursos mineros, localizados especialmente en los Andes centrales (Chile, Bolivia y Perú), ricos en yacimientos de cobre, oro, plata y zinc, y más dispersos en los Andes del norte (Colombia, Ecuador y Venezuela).

Esto también implica mayores costos ambientales, frente a los cuales existe en la región una dura discusión entre la demanda de riqueza para resolver las crecientes demandas de la población en salud, educación y bienestar, versus la presión por considerar la afectación no solo de la fauna, la flora y las corrientes de agua, sino también de las comunidades locales que reclaman mayor participación en los beneficios, y en algunos casos la exclusión de los territorios en las actividades extractivas.

El debate corre de norte a sur de manera álgida aunado a particularidades geopolíticas que implican, por ejemplo, un avance importante de la minería ilegal en los Andes del norte, contrastando con las grandes corporaciones que dominan la explotación en Perú y Chile.

  Mapa 1. Ciudades en los países andinos mayores a 300.000 habitantes y tasas de crecimiento 1990-2018.  Fuente: elaboración propia a partir de datos del World Urbanization Prospects, 2018.    Mapa 1. Ciudades en los países andinos mayores a 300.000 habitantes y tasas de crecimiento 1990-2018.  Fuente: elaboración propia a partir de datos del World Urbanization Prospects, 2018.  

Esta mayor demanda de recursos se combina con otro fenómeno de particular interés en la región: el cambio climático. Efectivamente hay una preocupación creciente de cómo el ascenso de las temperaturas –calculado por Mathias Vuille et al. en 0,68oC en los últimos 39 años– ha modificado la cobertura del suelo y afectado los diferentes espacios de cordillera, en especial la llamada alta montaña (por encima de los 3.000 msnm promedio), que incluye geosistemas de páramo en los Andes del norte y la puna en los Andes centrales, así como los espacios subnivales y nivales en toda la cordillera.

Además, estas zonas son de importancia estratégica en varios aspectos, desde las comunicaciones hasta la provisión de agua para las ciudades, un asunto que se ha tornado crítico por cuanto la masa de los glaciares –parte importante del suministro de agua a las cuencas andinas– ha decrecido significativamente en las últimas décadas; por ejemplo para el Cotopaxi la pérdida entre 1976 y 1997 se calculó hasta en un 30%; y en Colombia, del área que en 1850 alcanzó los 349 km2, en 2003 solo le quedaban 55,4km.

En ese sentido, la comunidad científica en general, y los andinólogos en particular, insisten en la necesidad de tomar diferentes medidas de conservación, y además de prevención e infraestructura para responder a los retos del cambio climático, ambiental y social en los Andes.

Solo resta subrayar la importancia de continuar con una vieja tradición de investigación sobre los Andes, que incluye no solo a virtuosos investigadores europeos y norteamericanos, sino también a científicos locales como Antonio Flórez o Alcides Ames Márquez, pioneros en el monitoreo de los glaciares colombianos y peruanos respectivamente; y también a Pedro Cunill Grau, eminente geógrafo venezolano fallecido en 2023 y a quien se le rinde especial homenaje en el mencionado especial sobre los Andes publicado en los Cuadernos de Geografíade acceso libre en este enlace.

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