Las investigaciones científicas inspiran a más investigadores, no solo a formular nuevas preguntas para profundizar en las complejidades de la realidad, sino además a buscar lenguajes que permitan comprendernos a nosotros mismos. Así, las indagaciones sobre la historia natural de los polinizadores de orquídeas en el sur del país adelantadas por la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira han sido un impulso para una cineasta que amplía el panorama alrededor de estas plantas, sumando comunidades y conflictos.
Andrea Peñaloza Acosta | Periodista Unimedios- Sede Palmira
Detrás de escena durante una filmación de orquídeas con biólogos en la Reserva Natural La Planada. Fotos: Emily Cohen Ph. D.
En el corazón de los Andes colombianos, donde la biodiversidad desborda cada rincón, un nuevo proyecto cinematográfico pone en el centro de la escena a uno de los símbolos más emblemáticos del país: la orquídea. Esta majestuosa flor protagonizará una película que busca explorar no solo su papel ecológico, sino además su capacidad única para resistir, adaptarse y renacer.
En un mundo donde las fronteras parecen diluirse -ya sea por la migración, los conflictos, o incluso por el cambio climático-, hay quienes se empeñan en contar historias que revelan las conexiones invisibles entre lo humano y lo natural. La antropóloga y cineasta Emily Cohen Ibáñez, radicada en Estados Unidos, es una de esas personas que ha dedicado su vida a combinar la antropología con el cine independiente para contar historias que cuestionan las narrativas que perpetúan visiones, relatos y estructuras de poder heredadas del colonialismo.
Su más reciente proyecto, Orquídea, filmado en Colombia, se adentra en los paisajes de la biodiversidad, la política y la historia emocional de una nación marcada por el conflicto y la resistencia, y a la vez por la esperanza, tal como lo hace esta especie de planta que, aunque crece en condiciones difíciles y a menudo inhóspitas, florece con una belleza única y resiliente. Al igual que la planta, el documental revela las complejidades de un país que, a pesar de las adversidades, sigue mostrando su capacidad para regenerarse y encontrar nuevas formas de florecer.
“Yo tengo mi corazón en Colombia”, afirma la antropóloga al mencionar su profunda conexión con el país que siempre ha querido retratar, pues aunque su familia emigró a Estados Unidos en la década de 1970, su mamá es costeña y su papá paisa, el doctor Rafael Cohen, quien fue profesor de la Facultad de Medicina de la UNAL. Para ella, “la orquídea no es solo la flor nacional”, pues en su película deja de ser solo una planta para convertirse en un símbolo de la compleja relación que los seres humanos mantienen con la naturaleza.
La directora y productora Emily Cohen Ibáñez en plena grabación.
Emily sembró la semilla de esta película hace años, cuando durante sus estudios de doctorado en Nueva York realizó la tesis sobre minas antipersona en Colombia, un tema que la conectó en 2011 con la degradación del conflicto que ha marcado el país. Su trabajo la llevó a reflexionar sobre la relación entre la naturaleza y los derechos de las personas, especialmente tras ver que, en 2016, la Corte Constitucional reconoció por primera vez al río Atrato como sujeto de derechos.
“Yo quería hacer algo en Colombia, y al pensar en la orquídea, pensé en un experimento narrativo, ¿qué pasaría si le diera a una planta el rol protagónico?”. Así comenzó a trabajar en su visión de un mundo más relacional, uno en el que los humanos están siempre conectados con los demás organismos y con las ecologías.
Rodaje por el sur del país
Uno de los primeros lugares que eligieron para filmar fue el volcán Cumbal en Nariño, un lugar imponente entre las montañas andinas donde los glaciares se han derretido, en parte debido al calentamiento climático. “Es un lugar impresionante”, dice la cineasta recordando cómo el equipo subió a más de 5.000m de altura para capturar la esencia de ese paisaje único, en donde reina el silencio y la atmósfera está cargada de azufre. Allí, en compañía de la comunidad indígena, comienza la película con un giro que conecta la historia de los glaciares con el futuro incierto del planeta.
A medida que descienden hacia las tierras bajas, llegan a la Reserva Natural La Planada, un lugar vital para la conservación ecológica y la protección de especies de orquídeas, custodiado por los indígenas awá, quienes formarán parte del filme. Fue aquí donde Emily se encontró con el profesor Joel Tupac Otero Ospina y el estudiante Diego Andrés Rodríguez Leyton, de la Maestría en Ciencias Biológicas, investigadores del Grupo de Investigación en Orquídeas, Ecología y Sistemática Vegetal, y también con Mayra Osirys Rosas, estudiante de Ingeniería Ambiental de la UNAL Sede Palmira.
El profesor Otero asesora a la investigadora Rosas, quien observa un espécimen de orquídea por microscopia durante el rodaje.
Una de las inspiraciones para este filme fue el libro Abejas euglosinas de Nariño y Putumayo, del profesor Otero -publicado por la Editorial UNAL- quien ha trabajado durante años en la investigación y preservación de la biodiversidad de la región, particularmente de las abejas de orquídea y su relación con las plantas, un trabajo que ha sido clave en la restauración de la flora y fauna local. De ahí se originó la conexión entre la UNAL con esta propuesta audiovisual.
Otra importante motivación para realizar este documental fue un artículo que explora la conexión entre el oso andino, la comunidad awá, las orquídeas y el agua potable, de Jorge Orejuela Gartner, exdirector del Jardín Botánico de Cali, quien forma parte del repertorio. Este texto, que entrelazaba de manera brillante la biodiversidad con la vida de las comunidades locales, despertó en ella un profundo interés por venir a Colombia y ahondar en estas historias.
“La Planada es un lugar único”, manifiesta el profesor Otero, quien recuerda con cariño los días en que estudió las abejas de las orquídeas y la importancia del equilibrio ecológico en ese santuario natural.
Especímenes de orquídeas coleccionadas por el profesor Otero y sus estudiantes.
El equipo de producción también ha filmado en contextos difíciles como Caquetá, donde la deforestación ha aumentado dramáticamente desde el acuerdo de paz, una región que, lamentablemente, se ha visto afectada por desplazamientos debido a la violencia y al conflicto armado. La película reflejará cómo, a pesar de las adversidades, las comunidades continúan luchando por su supervivencia, su tierra y su cultura.
La trama se inspira en las tensiones que surgen cuando las montañas y tierras ancestrales están en peligro de ser explotadas. A través de la figura de Mamá Juana, quien simboliza la resistencia cultural de su comunidad, la película explora la profunda relación entre las personas, la tierra y el espíritu que las conecta.
Un documental imperdible de Colombia para el mundo
Orquídea tiene una estructura documental, pero no sigue un guion rígido. Emily, junto con su equipo de producción, dejó espacio para la improvisación y la interacción con las comunidades indígenas locales, investigadores y exguerrilleros, personajes que harán que la historia se desarrolle de manera orgánica.
La película en desarrollo, que combina elementos de magia realista, juega con la ficción y la no ficción en su narrativa. En su proceso creativo, Emily se ha rodeado de un equipo excepcional y ha tenido la oportunidad de trabajar con figuras como la antropóloga indígena Lily Aza Caramuel, nieta de Mamá Rosa, una de las protagonistas de la historia.
Emily Cohen Ibáñez, directora/productora de la película Orquídea.
En el rodaje aún falta grabar en Bogotá escenas clave como entrevistas con expertos y tomas en entornos urbanos que reflejen la conexión entre biodiversidad y vida cotidiana. Para estas últimas filmaciones es necesario gestionar recursos adicionales que permitan completar con éxito esta etapa.
El proceso de producción ha sido un desafío desde hace más de 3 años, pero Emily y su equipo siguen adelante con pasión y dedicación, a pesar de las dificultades inherentes al cine independiente. A medida que la grabación finaliza y se acerca la fase de posproducción, la meta es lanzar el filme en 2026, con una distribución internacional y una fuerte campaña de impacto social que lleve la película a las comunidades que han formado parte del proyecto.
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