Barcelona, 18 feb (EFE).- Un estudio del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC) y del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) revela que bacterias y hongos procedentes del desierto del Sáhara tienen una presencia persistente en el sur de Europa con impacto en ecosistemas y en la salud.

Este estudio se ha llevado a cabo a partir de muestras de lluvia recogidas desde 1987 hasta 2014 en el macizo del Montseny (Barcelona) y sus resultados, que abarcan 30 años de datos, se han dado a conocer en un artículo científico publicado este febrero en la revista Environmental Microbiology.

La investigación llevada a cabo por el CEAB-CSIC y el CREAF -vinculado a la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)- evidencia que el polvo del desierto (que contiene microorganismos que permanecen vivos) viaja constantemente miles de kilómetros dentro de las corrientes persistentes de las capas altas de la atmósfera.

Finalmente, cae con la lluvia o la nieve, que lo arrastra hacia la tierra, y es por esto que si se analizan las muestras de precipitación y datos de satélite, los científicos pueden identificar qué microbios han recorrido distancias intercontinentales.

Según los investigadores, los resultados del estudio confirman que las bacterias y hongos del desierto tienen un impacto en los ecosistemas y en la salud humana que no es puntual, sino continuo, y que se produce independientemente de los episodios de polvo sahariano.

Para evitar confusiones con la contaminación local, que se concentra en capas más bajas, las muestras del estudio fueron recogidas en zonas de montaña, donde la lluvia solo arrastra partículas provenientes de las capas altas de la atmósfera.

Con esto se aseguraba que el análisis reflejaba exclusivamente los microorganismos transportados por las corrientes atmosféricas de largo recorrido.

El ADN de las muestras de lluvia

Para caracterizar la microbiota, los investigadores han analizado el ADN de las muestras de lluvia con técnicas de secuenciación masiva y han comparado los resultados con suelos de desiertos del norte de África y datos genéticos de otros suelos de todo el mundo.

También han recreado mediante simulación informática el movimiento de las grandes masas de aire que dispersan los microorganismos a nivel global.

El estudio demuestra que las bacterias y hongos procedentes de los suelos del desierto están siempre presentes en las muestras, y por tanto, en el aire del sur de Europa, incluso mucho tiempo después de las grandes inyecciones de polvo sahariano que producen los episodios de calima.

Este hallazgo refleja la importancia de los procesos que ocurren continuamente en las capas altas de la atmósfera y contradice la percepción, derivada de estudios aerobiológicos previos, de que la microbiota presente en entornos locales es generada mayoritariamente por los ecosistemas vecinos.

Los investigadores consideran, en consecuencia, que tener en cuenta esta presencia sostenida de microorganismos lejanos «es clave para evaluar sus efectos, tanto en los entornos naturales como en la salud humana».

Partículas que ascienden y permanecen suspendidas

Joan Cáliz, investigador del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC) y primer autor del estudio, explica que «este fenómeno está relacionado con la capacidad de las partículas generadas en la región sahariana cercana al cinturón de bajas presiones del frente intertropical de ascender a grandes alturas y permanecer suspendidas».

El jefe del Laboratorio de Ecología y Complejidad del Microbioma Global del CEAB-CSIC y director del estudio, Emili Casamayor, precisa que «los microorganismos que nos llegan de manera persistente desde lugares lejanos pueden tener efectos a escala local».

Dichos efectos «pueden ser positivos, porque ayudan a establecer comunidades biológicas en ambientes remotos, o negativos, pues también hemos constatado en trabajos previos que patógenos (la mayoría de plantas) y genes de resistencia a antibióticos están presentes en esta microbiota difusa y persistente que viaja por todo el mundo».

Asegura, en este sentido, que «comprender los mecanismos naturales que generan la movilización planetaria de estos microorganismos y cómo la acción humana a nivel local puede acelerarla o minimizarla por los cambios en el uso del agua y la tierra puede ayudar a revertir procesos y generar conocimiento científico para la gestión saludable del territorio».

Los investigadores subrayan la importancia de seguir estudiando estos fenómenos que ocurren en las capas altas de la atmósfera y los factores que los condicionan, ya que tienen un impacto directo tanto en la naturaleza —como la fertilización de los suelos— como en la salud humana —con el aumento de alergias o la propagación de genes resistentes a los antibióticos—.

Todo esto cobra aún más relevancia en el escenario de cambio climático, en el que se prevé la expansión de las zonas áridas y alteraciones en la circulación atmosférica debido a la actividad humana. EFE