Por: Hugo Andrés Arévalo González, Unimedios Palmira
La quebrada El Chocho, ubicada en el Valle de Cauca, presenta un impacto ambiental que de no atenderse a tiempo afectará el suministro de agua para las 13.000 personas que dependen de ella. Así lo determinó un índice que valora el estado de “salud” de las microcuencas andinas; esta herramienta es única en Colombia y permitirá proyectar acciones de conservación que eviten la desaparición de los recursos hídricos.
Más del 80 % del agua potable que consume el país proviene de las microcuencas, es decir, de las cuencas o cauces de no más de 10 kilómetros (k) de extensión. Cerca de 350 abastecen los acueductos colombianos y soportan el suministro de agua, incluso, en tiempos de sequía.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) las define como unidades geográficas que proveen otros recursos a cientos de familias, como el suelo para la agricultura y el desarrollo de la vegetación. De no conservarse, no solo el acceso a los recursos hídricos estaría en peligro, sino la misma producción de alimentos.

Esta es la amenaza que se cierne sobre la microcuenca andina El Chocho (ubicada en zona rural de Cali), la mayor abastecedora del río Aguacatal que desemboca en el río Cali y aporta un 10 % del agua que surte a la capital del Valle; además, provee a los corregimientos de La Castilla, La Paz, Golondrinas y Montebello. Sin embargo, el cambio en el uso de suelo, el vertimiento de aguas residuales e industriales, el mal manejo de residuos sólidos, la minería y el aumento de la población están generando procesos acelerados de erosión.

Al respecto, un estudio adelantado por María Isabel Marín, investigadora de la Universidad del Valle, evidenció que en el corregimiento de las Golondrinas, ubicado al norte de Cali, hay más de 30 hectáreas (h) que han estado dedicadas a la minería del carbón, y cuya erosión aporta sedimentos a los drenajes y a la quebrada El Chocho. Asimismo, se detectó que al menos un 80 % de su área total presenta grados de erosión severa. Algo similar sucede en La Castilla, donde el cambio en la vocación natural del uso del suelo (bosques naturales) ha transformado la zona en más de 200 h de ganadería extensiva.

Este panorama motivó a Laura Giratá Satoque, ingeniera ambiental de la Universidad Nacional de Colombia Sede Palmira, a diseñar para el país la primera herramienta informática que identifica el estado de los servicios ecosistémicos, término que desde los años ochenta se ha venido consolidado en el ámbito mundial, y que ha cobrado mayor relevancia después del evento científico Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, escenario que en el año 2005 permitió discutir el valor ecológico y económico de los ecosistemas del mundo.