12 de mayo de 2017, Roma – Tras la firma del Acuerdo de París sobre el Clima, las estrategias nacionales para cumplir los planes de mitigación y adaptación prometidos sobre las emisiones de carbono, han pasado ahora a tener un papel protagonista.

La FAO ha elaborado directrices complementarias a las Directrices PNA de la CMNUCC para «Abordar la agricultura, la silvicultura y la pesca en los Planes Nacionales de Adaptación» con el fin de ayudar a los países en desarrollo a garantizar que la agricultura se incluya en los planes nacionales de adaptación y se haga más adaptativa y resiliente. Servirán para ayudar a los países vulnerables a acceder a la financiación, en particular del Programa de preparación del Fondo Verde para el Clima, al mismo tiempo que promueven una amplia participación en el proceso de toma de decisiones y permiten desarrollar la necesaria capacidad técnica.

Las opciones más apropiadas dependen del contexto específico y de las opiniones y necesidades de las múltiples partes interesadas. No es una tarea sencilla. Por ejemplo, el lago Faguibine en el norte de Malí ha estado en su mayor parte seco desde mediados de la década de 1970, siendo un campo de ensayo para los cambios ecológicos, políticos y sociales impulsados por el cambio climático. Mientras que los grandes grupos de interés claman por rellenar el lago -y defienden la adaptación basada en las infraestructuras-, los miembros de la comunidad local tienden a preferir los enfoques basados en el ecosistema -como la gestión sostenible de los bosques-, que han aumentado en importancia a medida que el lago retrocedía.

Estos casos son habituales y subrayan la importancia de sopesar múltiples factores en la preparación de los Planes Nacionales de Adaptación (PNA) que buscan tanto estimular el desarrollo como reforzar la resiliencia y la seguridad alimentaria.

«La planificación de la adaptación a medio y largo plazo es crucial para alcanzar la resiliencia ante el cambio climático y la seguridad alimentaria para las generaciones futuras», aseguró Julia Wolf, Oficial de Recursos Naturales de la FAO y coautora de las directrices. «Los sectores agrícolas, a menudo la columna vertebral económica de los países en desarrollo, deben ser un motor clave y un actor principal. Las directrices se establecen para abordar las cuestiones clave, los puntos de partida y los pasos a seguir».

Papel especial de la agricultura

El sector agrícola -incluyendo los cultivos, la ganadería, la silvicultura y la pesca-, ocupa un lugar especial en el esfuerzo por evitar que las temperaturas mundiales aumenten más de dos grados Celsius por encima de los niveles de la era preindustrial.

El sector es una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), por lo se convierte en un objetivo primordial para los esfuerzos de mitigación, así como en una fuente de soluciones innovadoras. Al mismo tiempo, la producción alimentaria tendrá que incrementarse un 60 por ciento para 2050 -en relación a 2006- para satisfacer la demanda de una mayor población. De hecho, cuatro de los ocho principales riesgos del cambio climático identificados por el 5º Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) están vinculados a la seguridad alimentaria.

Casi el 90 por ciento de los países en desarrollo han incluido sus sectores agrícolas como clave para sus promesas climáticas. Los PNA se consideran un elemento básico para cumplir las prioridades nacionales de adaptación y para hacer que cumplan las medidas de adaptación mencionadas en las Contribuciones previstas determinadas a nivel nacional (INDC, por sus siglas en inglés) al tiempo que se abordan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Las nuevas directrices de la FAO, diseñadas para proyectistas nacionales, autoridades y expertos agrícolas, forestales y pesqueros, así como los donantes bilaterales y de las Naciones Unidas, están orientadas a abordar los desafíos específicos que plantean los esfuerzos de adaptación y mitigación en el ámbito agrícola. La idea es generar cambios a un ritmo asumible para quienes dependen de estas actividades para sus ingresos, medios de subsistencia y seguridad alimentaria.

Por ejemplo, la siembra de cultivos de crecimiento rápido que maduran rápidamente puede hacer maravillas en condiciones de sequía, pero sólo si las semillas están ampliamente disponibles. Asimismo, mientras que la yuca es un cultivo importante en entornos tropicales, los programas nacionales que buscan ampliar su potencial deben considerar que las temperaturas más altas podrían afectar a los vectores de las enfermedades virales que afectan a este tubérculo.

La FAO tiene una gran experiencia en la integración de conocimientos locales con los científicos. Un proyecto de la FAO en la República Democrática Popular de Laos tiene como objetivo ayudar a los agricultores y pescadores que viven en los humedales del país -donde se prevé que el cambio climático tenga un impacto importante en la cantidad y calidad del suministro de agua- para coordinar sus acciones y conseguir prácticas de manejo de la tierra más sostenibles.

Puntos clave

La formulación de planes nacionales eficaces comienza con la identificación de entidades responsables – a menudo un grupo de trabajo especial dentro de un ministerio que tiene el mandato de involucrar a todas las partes pertinentes – así como con el establecimiento de un proceso de recolección y almacenamiento de datos y la definición de indicadores para documentar los avances.

Es evidente que se requieren análisis de costo-beneficio, junto con el reconocimiento de beneficios y efectos colaterales que cualquier opción de adaptación puede presentar. Otro componente vital es la evaluación del impacto en la seguridad alimentaria y la nutrición de las poblaciones vulnerables.

El fomento de prácticas agrícolas sostenibles es clave para crear un mundo con bajas emisiones de carbono y un crecimiento económico resiliente, ambos componentes esenciales de una agenda de desarrollo orientada a lograr acuerdos internacionales sobre la erradicación del hambre y la pobreza y el cambio climático.

Las nuevas directrices se basan en el programa FAO-PNUD Integración de la agricultura en los planes nacionales de adaptación, y se han desarrollado gracias a la financiación del Ministerio Federal alemán de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza, Construcción y Seguridad Nuclear (BMUB) y de Bélgica, los Países Bajos, Suecia y Suiza.