Por mucho que se empeñe Donald Trump y su corte de negacionistas, el cambio climático envía señales cada vez más potentes. El presidente estadounidense no necesita ir muy lejos para comprobarlo. Arizona ha experimentado estos días un calor tan intenso que ha impedido incluso operar a los aviones. Medio centenar de vuelos, que tenían como origen o destino el aeropuerto de Phoenix, ha sido suspendido por culpa de las altas temperaturas, que han alcanzado los 50 grados centígrados (algunas aeronaves solo aguantan hasta los 48). Con este calor abrasador el aire se expande y se vuelve menos denso y más delgado, de modo que los aviones necesitarían una pista mucho mayor para tomar velocidad de despegue
No es la primera vez que los aviones sucumben al calor (en 1990 ya se produjeron cancelaciones) pero que el fenómeno se repita con mayor frecuencia es un ejemplo de los efectos indeseados del intenso calor que está padeciendo el planeta. La ola de elevadísimas temperaturas durante la primavera en España es un mal augurio. Este verano será más caluroso y seco de lo normal, y España no se va a librar. El ministro de Energía, Álvaro Nadal, ha advertido de que estamos a las puertas de la peor sequía. Los agricultores ya lo han comprobado. Dan por perdida la mitad de la cosecha de cereales.
A las altas temperaturas se suma la ausencia de lluvias, una combinación letal que propicia los incendios. Tras el terrible fuego que azotó hace pocos días el concejo de Pedrógão Grande (Portugal), con 64 víctimas mortales y 40.000 hectáreas de bosque arrasadas, este fin de semana las llamas han prendido en el entorno del Parque Nacional de Doñana, un enclave declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La sequía se hace notar también en los sedientos pantanos, cubiertos por una manta de terrones de arcilla.
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