El Principado de Mónaco vio zarpar el pasado día 27 de su puerto mediterráneo un barco científico que recorrerá el mundo durante tres años con la misión de aportar conocimiento sobre el impacto del ser humano en los océanos y contribuir a mejorar la salud de los mares.

“La expedición está liderada por el príncipe Alberto II y tendrá dos objetivos: mejorar nuestro conocimiento científico del océano y utilizar esta información para concienciar a la opinión pública de los problemas a los que se enfrenta nuestro océano”, explicó a Efe el presidente del Instituto Oceanográfico de Mónaco, Robert Calgagno.

Esa plataforma científica multidisciplinar recibe el nombre de El Yersin, una embarcación de 251 pies de eslora (76,5 metros) que navegará por las aguas del Caribe, los océanos Pacífico e Índico, el mar Mediterráneo y el Mar Negro, antes de regresar a Mónaco en junio de 2020.

El Yersin es un navío transoceánico de 2.250 toneladas con autonomía para navegar durante 50 días sin tocar puerto y propiedad de François Fiat, experiodista casado con la hija del fundador de la cadena francesa de supermercados Franpix.

Impacto ambiental

Ha sido diseñado específicamente para limitar su impacto medioambiental y, por ejemplo, cuenta con acabados en resina natural, filtros para limitar sus emisiones de gases contaminantes, optimización del consumo energético o dispositivos para la reutilización del agua.

“Llevará a bordo a una veintena de científicos que se encargarán de 50 misiones y trabajarán con cientos de centros de investigación oceanográfica de todo el mundo. Habrá miles de personas trabajando dentro y alrededor de esta expedición”, añade Calgagno.

En el comité científico de la expedición está el español Enric Sala, explorador residente de National Geographic, pero también la exdirectora de investigación de la NASA Ellen Stofan, el director del Instituto del Cambio Climático, Ove Guldberg, o la decana de la Escuela de Ciencias Marinas de San Diego (EE.UU.), Margaret Leinen.

Su misión principal se centrará en la megafauna marina, es decir, especies de gran tamaño como tortugas, cetáceos, focas y tiburones pues se trata de “una biodiversidad poco estudiada en gran profundidad y su sensibilidad al calentamiento global”.

Pescadores tiran de una red de pesca en la playa de Ichinomiya (Japón).

Pescadores tiran de una red de pesca en la playa de Ichinomiya (Japón). EFE/Everett Kennedy Brown.

“Pero también organismos muy pequeños, como el plancton. O las aguas cálidas poco profundas, que son tan importantes para la diversidad y al mismo tiempo tan poco conocidas”, agrega Calgagno, al frente de una institución que preside honoríficamente el príncipe Alberto II.

El interés de Mónaco en este viaje de exploración marina reside en una amplia tradición oceanográfica de ese diminuto Estado mediterráneo de laxa presión fiscal que se remonta al príncipe Alberto I (1848-1922), quien participó personalmente en 28 campañas científicas tanto en la superficie como en las profundidades abisales.

La relación monegasca con el mar vivió su época dorada gracias al comandante Jacques-Yves Cousteau, que dirigió el Museo Oceanográfico de Mónaco entre 1958 y 1989 mientras, luciendo su inconfundible bonete rojo, exploraba el mar a bordo de su emblemático Calypso y se convertía en el primer gran divulgador de las ciencias marinas.

Y ha continuado con el actual soberano del Principado, preocupado por la sobreexplotación y la contaminación de los océanos, los deshechos plásticos vertidos al mar, la acidificación de las aguas, el calentamiento global o el blanqueamiento de los arrecifes de coral están poniendo en jaque a los océanos.

Mito de un océano inagotable

“Las decisiones que tenemos que tomar sobre el futuro de nuestro planeta se basan en el conocimiento”, argumentó en la presentación de la expedición Alberto II, quien considera que es “el momento de abandonar el mito de un océano inalterable e inagotable y emprender acciones que reconstruyan nuestra relación con el mar”.

El único jefe de Estado del planeta que ha visitado el Polo Norte y el Polo Sur, según los servicios de comunicación monegascos, denuncia la “presión excesiva” a la que están sometidos los océanos y emplaza a los habitantes del planeta a asumir responsabilidades de cara a las “generaciones futuras”.

“El desafío al que se enfrenta el océano definirá una nueva relación entre la humanidad y la naturaleza”, lanzó Alberto II.