Por Mar Romero Sala
Durante años el Salto del Tequendama y la casona que a él se asoma fueron blanco de cazadores de espíritus y suicidas, pero con el regreso del agua a esta cascada situada 32 kilómetros al sur de Bogotá el lugar empieza a recuperar su valor histórico y natural.
Cuando se menciona este emblemático paraje a los colombianos lo primero en aparecer en las conversaciones son relatos sobre las personas que abandonaron la vida saltando desde sus rocas más altas o desde el edificio abierto como hotel en 1928 con vistas privilegiadas a la cascada.
Esa construcción, conocida como la Casa Tequendama, ponía los pelos de punta en los momentos álgidos de su abandono y era visitado por cazadores de leyendas del más allá.
Sin embargo el Salto, una caída de agua de 157 metros en el lecho del contaminado río Bogotá, y el antiguo hotel, ahora llamado Casa Museo Tequendama, empiezan a vivir nuevos tiempos, dejando atrás décadas de abandono.
No hace mucho el Embalse del Muña retenía el agua del río para generar energía eléctrica y dejó seca la pared de piedra por donde cae el agua.
Al mismo tiempo, la Casa acumulaba polvo e historias de fantasmas desde que en la década de los ochenta dejó de ser un restaurante con vistas impresionantes.
Que la cascada tenga siempre un caudal mínimo
Ahora los visitantes pueden admirar de nuevo el espectáculo natural del Salto desde un edificio en vías de restauración que da sus primeros pasos como museo desde que el Consejo de Estado, en una resolución de marzo de 2014 para limpiar el río Bogotá, ordenó a las autoridades ambientales tomar medidas para que la cascada tenga siempre un caudal mínimo.
El principal artífice de este renacimiento fue la Fundación Granja Ecológica el Porvenir, que compró el edificio y trabaja desde 2009 en recuperar su historia y la de sus alrededores naturales gracias al apoyo económico de la Unión Europea y la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD).
La UE aportó 300.000 euros para la protección de la biodiversidad del Salto de Tequendama, en el marco de un convenio de cooperación técnica impulsado por la (AFD).
La directora de la Fundación, María Victoria Blanco, dijo a Efe que “el agua del Salto es su dignidad” y “un símbolo patrio”, en especial para el departamento de Cundinamarca, donde se encuentra la cascada.
Su labor es recordar que el lugar alberga historias más allá de las de miedo porque fue un sitio sagrado para el pueblo precolombino de los muiscas que habitaba la zona y acudía a la cascada para probar la valía de sus gobernantes.
El origen mítico del lugar se encuentra en una leyenda muisca, que cuenta que el agua brotó en Tequendama cuando el dios Bochica dejó caer su báculo de oro y rompió la montaña en dos.
Además, el Salto es escenario de una lucha para preservar la flora y la fauna del entorno y limpiar las aguas del río, cargadas de los residuos de la capital colombiana.
De hecho la cascada, además de deleitar a los turistas, cumple la función de oxigenar el agua que se desploma por el barranco.
La Fundación también está realizando un inventario de las especies de la zona, además de sensibilizar a los colombianos sobre la necesidad de cuidar el río.
Gran parte del conocimiento recogido se guarda en la Casa Museo Tequendama que ha tenido varios usos desde que fue construido entre 1923 y 1927.
Primero fue una estación de tren con servicio hotelero de paredes amarillo ocre donde se reunía la alta sociedad bogotana; después se convirtió en un restaurante y se repintó de color rojizo; en 1983 se abandonó.
La casa es una obra de ingeniería por la dificultad que supuso su construcción al borde del barranco en una época en que los materiales solo podían llegar a lomo de mula.
En los últimos tres años el lugar ha recibido la visita de 60.000 personas, más de 300 semanalmente.
Blanco recuerda con orgullo que el Salto del Tequendama llegó a aparecer en la edición de billetes de un peso en 1959.
Además, se cuenta que entre los siglos XVIII y XIX visitantes ilustres, como el Libertador Simón Bolívar o referentes de la ciencia, como Alexander von Humboldt, admiraron el espectáculo natural del lugar.
Actualmente el área es patrimonio del departamento de Cundinamarca, y la Fundación hace gestiones para que se considere patrimonio natural y cultural de la Nación.
Aunque será difícil que los colombianos más interesados en las experiencias paranormales y las historias de miedo dejen de visitar el lugar por su fama oscura, parece que poco a poco los visitantes encuentran razones más luminosas para conocer la cascada y su entorno. Efeverde