Creencias ancestrales junto al cambio de hábitos de explotación y la asistencia finlandesa han permitido la conservación de los bosques del Cofre de Perote, la octava montaña más alta de México.
Las más de 11.000 hectáreas del Parque Nacional Cofre de Perote, situado en la zona montañosa central del oriental estado de Veracruz, constituyen uno de los ejemplos más importantes de una política forestal impulsada con asistencia técnica de Finlandia.
Proteger al árbol padre
A lo largo de casi tres décadas de estar “sembrando conciencias”, los habitantes de la zona modificaron su práctica de cortar los mejores ejemplares para su venta y hoy protegen al árbol padre para mejorar la genética.
“Este método de desarrollo silvícola parte del principio de que se tienen que extraer los árboles más enfermos, chuecos (torcidos), menos vistosos, menos poderosos y conservar al semental”, afirma el gerente general del rancho más importante del sureste mexicano, Pedro Ernesto del Castillo Cueva.
El Corporativo Bosque del Ciclo Verde, situado en la vertiente nororiental del Cofre de Perote, fue uno de los primeros en adoptar la filosofía del país escandinavo y hoy no solo tiene los más altos niveles de producción, sino que es un referente en silvoaventura (con un programa de enseñanza) y de diversión (con un parque temático decembrino).
Aquí, una especie de pino rojo alcanza el diámetro para ser aprovechado comercialmente en solo 18 años, mientras en países con alta vocación forestal tardan más de 100 años.
Cambio de hábitos
El cambio de mentalidad significó recuperar la masa forestal que había sido destruida para campos de cultivo o para pastoreo de ganado (en seis años se reforestaron casi 6.000 hectáreas en la región), así como un ingreso económico mayor para ejidatarios y campesinos, que hoy explotan la madera racionalmente pero con visión comercial.
En medio de la inmensidad del boscaje, el ejidatario Carlos Iván Córdoba Becerra, un joven de la comunidad de Tecocotal del municipio de Las Vigas, da un ejemplo claro del porqué “cultivar” bosques es más redituable que los productos tradicionales.
“En cultivos de papa sacaba uno 5.000 pesos (268,5 dólares) por temporada, y se siembra una vez al año, pero con el bosque son unos 150.000 pesos (8.055,8 dólares) al año por nueve hectáreas”, dice el padre de una niña de tres años.
En los años noventa, el Gobierno mexicano impulsó un Proyecto de Conservación y Manejo Sustentable de Recursos Forestales y un Programa de Desarrollo Forestal Comunitario, mediante los cuales se implementó un pago a campesinos para reforestar y a la par se les enseñó cómo aprovechar los bosques de mejor manera.