Un tercio de todos los residuos urbanos generados en América Latina y el Caribe aún terminan en basurales a cielo abierto o en el medio ambiente, una práctica que afecta la salud de sus habitantes y está contaminando los suelos, el agua y el aire. La poca capacidad de reciclaje es otro de los retos que afronta la región.
Cada latinoamericano genera un kilo de basura al día y la región en su conjunto, unas 541.000 toneladas, lo que representa alrededor de un 10% de la basura mundial, según un informe de ONU Medio Ambiente publicado en Buenos Aires, donde se celebra el XXI Foro de Ministros de Medio Ambiente de la región, entre el 9 y el 12 de octubre.
En términos de producción de residuos urbanos, América Latina se sitúa de forma proporcionada a su población y nivel de desarrollo, ni más ni menos que lo que le corresponde, según explica Jordi Pon, coordinador regional para América Latina y el Caribe de ONU Medio Ambiente, en una entrevista con Noticias ONU.
“En cuanto a los residuos que genera cada persona, América Latina está en un promedio de un kilogramo por habitante y día y estaría por debajo de otros países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) que tienen una tasa más alta, y está por encima de otras regiones, como por ejemplo África”, comenta Pon.
Siguiendo ese patrón de nivel de población y desarrollo, Brasil y México son los países que más desechos producen dentro de la región, mientras Haití es el que menos.
La perspectiva es que la basura continúe creciendo y que en 2050 se alcancen las 671.000 toneladas de desechos.
Sin embargo, el problema reside en que la gestión de la basura en América Latina y el Caribe es uno de los mayores retospara la sostenibilidad de la región.
“Uno de los asuntos que aborda el informe es la creciente generación de residuos en la región, fruto del desarrollo y del crecimiento de la población, mientras el sector no se ha dotado de la capacidad suficiente para atender de forma adecuada a los mismos”, indica Pon. De hecho, cuarenta millones de personas carecen de acceso a la recolección de residuos.
Además, aproximadamente una tercera parte de los residuos acaban en basurales, vertederos que no garantizan una adecuada protección del medioambiente y la salud.
La disposición final de desechos de manera no controlada o su falta o incorrecta recolección genera los basurales a cielo abierto. Dentro de estos, los de mayor riesgo son aquellos donde, de forma sistemática e indiscriminada, se arrojan los residuos en arroyos o espacios abandonados o sin control ni protección, quemados intencionalmente como forma de reducir su volumen o por autocombustión y dejados para que distintos actores distribuyan su carga contaminante.
Estos basurales pueden llegar a tener millones de toneladas y ocupar espacios superiores a las 100 hectáreas.
El informe destaca la clara relación que hay entre las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la gestión de residuos. Por ejemplo, la meta de poner fin a los basurales a cielo abierto está directamente vinculada con los Objetivos número 3, una vida sana para todos; 6, agua limpia y saneamiento; 11, ciudades seguras; 12, producción y consumo responsables; 14, vida submarina; 15 ecosistemas terrestres.
¿Qué peligros representan los basurales a cielo abierto?
Los vertederos al aire libre presentan graves problemas medioambientales tanto a nivel mundial como local.
A nivel global, son la principal fuente, dentro del sector de los residuos, de generación de emisiones de gases de efecto invernadero por el contenido de materia orgánica que contienen. “Esta materia orgánica genera gas metano, que es un gas cuyo efecto es 24 veces más potente sobre el clima que el CO2”, explica el experto de ONU Medio Ambiente.
En el ámbito local, Pon señala que la acumulación de residuos en los basurales “genera unas descargas de forma líquida que pueden percolar y contaminar los suelos y las aguas”, con el consiguiente peligro para la salud de los seres humanos y los ecosistemas.
Los residuos contienen distintos metales que afectan a las plantas, alterando su ciclo de vida , y aquellos que se arrojan a cursos de agua son los causantes de la contaminación marina.
Además, existe riesgo de combustión. “Es habitual que en los vertederos que no están controlados se generen incendios con el consiguiente impacto de los gases contaminantes”.
Según el Informe de Perspectiva Mundial de la Gestión de Residuos (GWMO, por sus siglas en inglés: Global Waste Management Outlook), publicado en 2015, en ciudades de bajo o medio ingreso per cápita, el costo derivado de un incorrecto manejo de residuos para la sociedad y la economía en su conjunto es de 5 a 10 veces lo que costaría implementar un adecuado manejo.
Un 90% sin reciclar
Otro reto que afronta América Latina es que las tasas de reciclaje son todavía muy bajas, de manera que un 90% de los residuos que se generan en la región acaban desaprovechándose y terminan en los vertederos.
Para mejorar este porcentaje, Pon señala que el informe recomienda algunas políticas integradoras que tengan “una mayor visión a largo plazo y promuevan incentivos para el reciclaje, estableciendo las responsabilidades de los diferentes actores”, porque es “una responsabilidad de los diferentes actores tratar de generar menos residuos y de reciclar los que se generan”.
En este sentido, el experto asegura que “es importante que se involucre al sector productivo, porque son los que están en mejor disposición de diseñar productos que sean más duraderos, que sean más fáciles de reciclar”.
Según Pon, cuando esto sucede, se crea una tendencia generalizada, como ya ha ocurrido en otras regiones como Europa, a cumplir con lo que se denomina la responsabilidad extendida del productor.
El informe señala la relación entre la meta de reducir sustancialmente la generación de residuos a través de la prevención de las “3R” (reducir, reutilizar, reciclar) y la creación de empleos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 1, fin de la pobreza; 8 trabajo decente y crecimiento económico; 9, industria, innovación e infraestructura.
Por ello, se necesita hacer una transición hacia la llamada economía circular: los recursos naturales se transforman en materias primas utilizadas en la producción de bienes distribuidos y consumidos por actores públicos y privados, generando residuos que son recolectados, tratados, reciclados y dispuestos finalmente. A través del reciclado y tratamiento se crean nuevos insumos que realimentan el proceso como nuevas materias primas, mejoramiento de suelos o generación de energía eléctrica o calor. O como se muestra en este gráfico:
El principal objetivo de la economía circular es utilizar al máximo los recursos. Los productos deben ser diseñados teniendo en mente la prevención de la generación de residuos, imitando los ciclos de la naturaleza.
Residuos peligrosos, tercer desafío
Según el informe, una fuente de contaminación que necesita atención especial y urgente en América Latina es la de los residuos peligrosos y especiales, como los aparatos electrónicos, los desechos hospitalarios o los asociados a la construcción.
Una cantidad no determinada de estas materias recibe un manejo inadecuado. Frecuentemente, esta clase de residuos ni siquiera está bien inventariada, aunque algunos países han logrado avances legislativos.
La generación per cápita de aparatos eléctricos y electrónicos constituye un indicador interesante. Brasil y México son los principales generadores de estos residuos en la región, pero los países con los volúmenes por habitante más altos son Chile (9,9 kilogramos por habitante) y Uruguay (9,5) –los países con mayor nivel de ingreso en América Latina–, seguidos de países de menor extensión como son Surinam (8,5) y Panamá (8,2), este último con una cifra igual a la reportada por México.
Pon indica que hay ejemplos de varios países, entre ellos Chile, que han puesto en marcha políticas para mejorar la responsabilidad de los productores en materias específicas como “pilas, fluorescentes, baterías, neumáticos, envases”.
La relación entre la meta de lograr la gestión de todos los residuos, en particular los peligrosos, que sea sostenible y respetuosa con el medio ambiente, está enlazada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible número 13, cambio climático; 7, energía asequible y no contaminante; y 12, producción y consumo responsables.
Basura marina
El plástico es el material que se encuentra más frecuentemente en costas y áreas marinas de todo el mundo debido a su creciente producción, así como a sus características físicas y químicas. Alrededor de 13 millones de toneladas de plástico son vertidas en los océanos cada año. El informe señala que este material ha llegado a acumularse en grandes vórtices como el ubicado frente a las costas de Chile.
“Se ha reportado la presencia de 5000 piezas de plástico por kilómetro cuadrado en el océano a una distancia aproximada de unos mil kilómetros de la costa de Chile, y en las cercanías de la Isla de Pascua este valor llega a las 50.000 piezas por kilómetro cuadrado”, se lee en el documento.
La disyuntiva es clara o nos divorciamos del plástico o nos olvidamos del planeta, como señaló Noticias ONU en junio pasado. Para esa separación se necesita desarrollar estrategias para la prevención de la basura marina, con particular énfasis en la gestión de toda la cadena de valor de los plásticos.
Comunicación y Educación
Jordi Pon asegura que un componente importante para la gestión sostenible de las basuras es “la comunicación y la educación” de la sociedad. El experto menciona entre otros ejemplos el de la comunidad de La Pintana, en Chile, que “promueve la recogida selectiva y el compostaje de la materia orgánica”.
Fundada en 1984, La Pintana es una comuna urbana ubicada al sur de Santiago de Chile. Tiene una superficie de 30,31 kilómetros cuadrados y, en 2015, la población total ascendía a aproximadamente 212.000 habitantes, de los cuales el 76% se encontraban eran pobres.
Sobre la base de un análisis previo de las características y cantidades de residuos generados, en el año 2005 el municipio comenzó una gestión de residuos que se podría denominar como “poco convencional”, asegura el informe.
El “Programa Comunal de Separación de Residuos en Origen” se basa en dos ideas principales:
- el manejo de los residuos debe involucrar a sus propios generadores;
- dado que todos los residuos se generan en algún territorio comunal, es fundamental abordar el problema a nivel local con la participación de la comunidad.
Inversamente a lo que ocurre en la mayor parte de los ejemplos disponibles –de ahí lo poco convencional–, La Pintana inició su programa de gestión con la separación de los residuos orgánicos (frutas, vegetales y restos de poda), tomando como base los datos surgidos de su propio análisis:
- en la localidad, esta fracción corresponde a la mayor porción del total (56%);
- estos residuos son que los contaminan a las restantes fracciones recuperables;
- son asimismo los que generan lixiviados y emisiones de gases de efecto invernadero en los sitios de disposición final.
La Comuna hizo énfasis en las campañas de comunicación para la puesta en marcha del Programa y en la entrega de recipientes especiales para la disposición inicial de los residuos orgánicos, medidas que colaboraron con el éxito de la iniciativa.
Así, mediante la separación de los vegetales, se logró una significativa reducción del volumen total de desechos y el consecuente ahorro en los costos de su vertido.
Otro ejemplo de políticas exitosas mencionado por Pon es el del municipio de Curitiba, en Brasil, cuyo Gobierno local propuso intercambiar residuos orgánicos por pases de transporte.
En 1991, a consecuencia de una cosecha récord de repollo, el a municipio optó por sustituir los pases de transporte por alimentos, incluyendo en el intercambio los residuos reciclables. Así se originó el programa Cambio Verde, que perdura hasta hoy.