María González Dionis.- EFEverde.-El Protocolo de Montreal exige el control y eliminación de casi cien sustancias químicas de varios grupos que agotan la capa de ozono y, después de casi 50 años de aplicación, está dando resultados: el agujero de la capa de ozono continúa cerrándose, una buena noticia que, no obstante, tiene algunos «peros».
Naciones Unidas presentó el año pasado un estudio en el que aseguraba que la capa de ozono podría verse reconstituida en 2060 si se siguen aplicando las regulaciones acordadas, aunque advirtió de que es imposible saber exactamente cuándo desaparecerán de la atmósfera todas las sustancias nocivas.
Detrás de este informe está el Panel de Evaluación Científica sobre el Agotamiento del Ozono y, entre sus expertos, dos físicas de la Universidad Complutense de Madrid, Natalia Calvo y Marta Ábalos, quienes estudian la dinámica de la estratosfera, la capa de la atmósfera que alberga la capa de ozono.
Ambas afirman a Efe que efectivamente el documento de la ONU corrobora que el agujero se está cerrando, pero también que desvela que hay nuevas emisiones de clorofluorocarbonos (CFC) en el este de Asia, sustancias destructoras del ozono presentes en aerosoles y sistemas de refrigeración cuyo uso prohibió el Protocolo de Montreal.
Los CFC, generados principalmente en las ciudades y de ‘larga vida’, viajan hacia los polos por medio de la circulación atmosférica y destruyen el ozono en la Antártida en primavera (septiembre y octubre en el hemisferio sur), “porque sólo ahí se dan las condiciones necesarias para la reacción: temperaturas muy frías combinadas con radiación solar”, aclara Calvo.
De esta forma, aunque la capa de ozono está distribuida homogéneamente por todo el planeta, el agujero se concentra en el polo sur.
Además de los CFC, hay otros factores que modulan la destrucción del ozono cada año, como el Niño y la Niña, señala Calvo, quien precisamente se encargó de recopilar las últimas investigaciones sobre este tema para el informe.
Capaces de modelar la temperatura y los vientos
“Estos fenómenos son capaces de modelar la temperatura y los vientos atmosféricos”, y provocar un incremento de la destrucción de ozono”, detalla.
Por su parte, Ábalos contribuyó al documento recopilando los últimos datos sobre las interacciones entre el agujero de ozono y el clima y advierte de que “ya se están notando cambios muy profundos en el hemisferio sur”.
“Por ejemplo, la trayectoria de las tormentas de este hemisferio cambia y se desplazan hacia el polo. Esto provoca que donde antes había muchas lluvias, ahora está más seco”, puntualiza la investigadora.
Bahía Paraíso, uno de los lugares más bellos de la Antártida. EFE/ Claudia Kielkopf
Asimismo, el informe alerta sobre los hidrofluorocarbonos (HFC), sustitutos de los CFC tras su prohibición; estos “no destruyen el ozono, pero son gases de efecto invernadero”, explican, y ya ha sido vetada su utilización a través de la Enmienda de Kigali -al citado protocolo-, en vigor desde este enero.
Sin embargo, ambas recuerdan que el agujero de la capa de ozono es un problema independiente del cambio climático y, por ello, el cierre de dicho agujero no significa que el cambio climático esté remitiendo: “el problema fundamental para el planeta son los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano”.
De hecho, Calvo afirma que “aunque se frenasen hoy todas las emisiones, hay parte del cambio climático que es irreversible”, y ambas coinciden en que, aunque este último informe prueba el éxito de la prohibición de los CFC -aunque se hayan constatado emisiones en Asia-, no va a ser tan fácil con los gases de efecto invernadero.
“Con los CFC fue fácil porque era un mercado pequeño y se encontraron sustitutos fácilmente. Sin embargo, los gases de efecto invernadero se producen prácticamente en todas las actividades industriales y el freno de su emisión requiere de un cambio mucho más profundo en el sistema socioeconómico”, aclara Ábalos.
“Los científicos ya hemos mostrado los datos. Ahora la pelota está en el tejado” de los políticos, concluyen estas físicas. EFEverde