El suizo se llevó un choque clásico sobre la hierba de la Centre Court.

Incluso la más grande leyenda puede seguir creciendo. Roger Federer alcanzó su 12ª final de Wimbledon al batir a Rafael Nadal en un choque titánico. El suizo, que superó al español por 7-6(3), 1-6, 6-3, 6-4 tras tres horas y cinco minutos de lucha en Londres, se aseguró su 31ª final individual de Grand Slam, la mayor marca de todos los tiempos, y también otra cita con lo desconocido. El próximo domingo, ante el serbio Novak Djokovic, buscará su novena copa en el All England Club para extender su figura como jugador más laureado de siempre sobre el pasto británico.

Que no es un partido cualquiera pronto quedó bastante claro. Español y suizo saltaron a la Centre Court de Wimbledon bajo una sonora ovación, recibidos como auténticas leyendas en un escenario icónico. Sobre una hierba rota tras dos semanas de zapatazos, dos de las mayores figuras de todos los tiempos abordaron un partido sin concesiones.

El sol calentaba con fuerza la hierba y el juego actuó en consecuencia. Si el suizo es un especialista en el tenis vertiginoso, capaz de mantener la precisión a la velocidad de un rayo, el español mantuvo la agresividad mostrada desde su llegada a Londres. Era un partido para afrontar desde la decisión, con una contundencia sin miramientos, y la misión fue aceptada a ambos lados del campo.

Para dos tenistas con los nervios curtidos a experiencia, la situación fue manejada con hielo en las venas. Los primeros siete juegos volaron desde la autoridad al servicio, calentando las manos a pasos acelerados. Nadal no fue capaz de frenar un encuentro plagado de puntos simples, decididos de chispazo en chispazo al gusto de su adversario. Atento al escenario conducido, Federer dispuso de una pelota de rotura con 4-3, una opción que es tesoro en una batalla de equilibrio. Ahí, también, estuvo Nadal dispuesto a aceptarlo. 

El primer momento crítico del partido fue un viaje al pasado. Ante una situación de presión, quizá en una de las visiones más repetidas de su carrera, Rafa confió en la medicina de siempre. Combar su derecha sobre el revés de Federer hasta partirlo en mil pedazos. Una variante para nada explotada pero que apareció en este instante. Después, cuando Roger se colocó a dos puntos de ganar la manga (6-5, 40-40), el mismo recoveco la permitió seguir a salvo. Como resultado: un primer set sin roturas de intenso aperitivo.

El desempate fue el destino lógico para dos tenistas blindados. Allí, en un minúsculo puñado de puntos, quedaría resuelto el drama de todo un primer asalto. Y Federer apareció preciso, dispuesto a sacarse toda la presión de golpe. El suizo se rehizo en un tiebreak de infarto, donde su cabeza funcionó tan rápido como las manos. Tras levantar dos mini-roturas y con una derecha que escupió fuego, el ocho veces campeón asestó el primer mazazo. También Podría Interesarle: Djokovic Vuelve A La Final De Wimbledon

Nadal no se rendiría y poco tardó en demostrarlo. Con su capacidad para mover montañas, en un partido que apenas se encontraba en las faldas, el español comenzó a mover la pelota con una furia inusitada. Dejando fuera de posición a su adversario. Sus tiros desafiaron el orden del suizo, clavado en un paredón de trayectorias desde el fondo. Y el partido encontró unas curvas inmensas. Nada más comenzar el segundo set Rafa tuvo dos misiones: contener con 1-0 su interior, al no aprovechar sus dos primeros puntos de quiebre, y contener con 1-1 también a Roger, que rozó una rotura con un aspecto gigantesco.

Como la fe del español no tiene límites, convirtió en oportunidad un partido a cara de perro. El mallorquín hizo pestañear a Federer colapsando su flanco de revés y pronto abrió en canal la discusión sobre el césped. En un abrir y cerrar de ojos dominaba 4-1 en un partido hasta entonces bien plano. Sus piernas tomaron un impulso tremendo,  respondiendo a los cambios de ritmo del jugador suizo y su revés volvió a endurecerse, siendo la plataforma clave para plantear la pista a lo ancho.

El primer resurgir de Nadal creó dudas claras en Roger, impreciso incluso en la zona central del campo. Cuando los pensamientos llegaron hasta cerca de la red, un terreno de habitual dominio para el suizo, el rumbo del partido dio un giro bien brusco. Antes de que Londres asumiera una reacción, el español se sentó en el banco con el partido igualado.  

Si los momentos de presión distinguen a los mejores de los buenos, Federer remarcó una vez más su lugar entre los primeros. El suizo desplegó una derecha que es un primor, coloreando una variedad de tiros que levantó al graderío. Con golpes invertidos, ganadores en estático pasando por bote prontos, el de Basilea rasgó un parcial que bien podría haberlo hundido. Con el 3-1 en las manos y un Nadal dispuesto a resistir, Roger salvó una situación crucial. Un 15-40 con el partido ya convertido en lo de siempre, un duelo de tenis con el ritmo del ping-pong.

Como el suizo es imparable con la mano engrasada, el final del parcial fue un resumen de atributos. Roger se montó al resto como un martillo, devolviendo pelotas sin pausa con los pies sobre el blanco. Y su derecha, un láser hacia cualquier punta del campo, siguió marcando el ritmo de lado a lado. El nivel fue evidente mirando al marcador: Roger llegó a tener pelotas para dominar 5-1 al español, un tenista al que es casi imposible siquiera mantener el ritmo.

La caída del sol trajo un balón de oxígeno para Federer: un reto de larga distancia en las manos de su adversario. Si Nadal quería llegar a la victoria en la Centre Court, a imagen de su histórico triunfo en la final de 2008, tendría que hacerlo por el camino más duro: las cinco mangas sobre césped ante el mayor dueño del campo. 

Con el partido encarado Federer firmó momentos brillantes, plagados de reflejos. Sus manos fueron rápidas ante Nadal, un maestro del revés cortado que quiso bajarle la pelota contra el suelo. Allí estuvo Roger, intacto a los 37 años para mostrar la agilidad de su cuerpo. La contundencia del suizo pronto colocó el 3-1, dejando a Rafa al borde del camino. Una ventaja que Roger nunca más dejó escapar. 

Y eso que el español se resistió sin descaso. Nadal levantó dos pelotas de rotura con su servicio, otras tres al resto y, con 5-4 en los letreros, estuvo apenas a un punto de restablecer el equilibrio. En el sufrimiento, algo habitual, se desvivió Rafa como ninguno. Una lucha sin tregua que levantó a una grada impactada ante lo visto.

Federer culminó el partido a lo grande, sin perder un servicio en las dos últimas mangas como mensaje más nítido. Ante los mejores, sin importar el nombre del adversario, su ritmo sigue siendo incontenible sobre pasto.

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