Millones de alimentos, incluso los ecológicos, están contenidos en envases de plástico. ¿Pueden migrar los contaminantes de los plásticos a los alimentos? Las evidencias científicas nos dicen que sí.
Especialmente, cuando hablamos de bisfenol A y de ftalatos. Este artículo de opinión aparecerá en un monográfico de The Ecologist que se editará en enero… dedicado al mar de plásticos que nos inunda.
El plástico es un material puesto cada vez más en entredicho desde muy diversos sectores, excepto el de la industria, claro está.
Si el mundo fuera como tendría que ser, en poco tiempo el plástico ya no estaría tan presente, al menos en los productos de un solo uso. Y, especialmente, en los envases alimentarios.
En Francia, nos llevan delantera: el gobierno francés ha decidido prohibir el bisfenol A en el plástico que entra en contacto con alimentos y recientemente, también, ha anunciado que prohibirá los cubiertos y vasos de plástico.
Las evidencias científicas muestran que algunos productos peligrosos del plástico pueden migrar desde los envases a los alimentos.
La seguridad de los plásticos y otros materiales que los contienen en envases y productos de cocina que están en contacto directo con alimentos, y principalmente con bebidas, están y deberían estar bajo control continuamente.
Porque las evidencias de su peligrosidad son altísimas. Marta Chavarrías ha publicado: “El plástico, por sí solo, no es un problema ya que las moléculas de polímero a partir del cual está hecho son demasiado grandes para pasar del material del envase al alimento.
Sin embargo, el plástico puede contener moléculas mucho más pequeñas que sí pueden migrar a la comida. El problema radica sobre todo en dos sustancias: el bisfenol A (que se añade para hacer un plástico duro y transparente) y los ftalatos (que se agregan para hacer un plástico blando y flexible).
Ambos son disruptores endocrinos, compuestos que pueden tener riesgos sobre la saludporque imitan a las hormonas humanas, y no para bien”.
Se sabe que tanto el bisfenol A como los ftalatos son peligrosos en altos niveles de exposición. Pero también a niveles muy pequeños, fragmentados, pero periódicos.
En estas mismas páginas hemos publicado, recurrentemente, diversos estudios y entrevistas con especialistas que nos hablan de las repercusiones que tienen o pueden tener: infertilidad, cáncer de mama y enfermedades del corazón y diabetes, etc.
Si tiene usted la oportunidad de asistir a una charla de Nicolás Olea, nuestro científico con más prestigio internacional en este asunto, no le quedarán dudas.
Su charla en la pasada edición de BioCultura Sevilla fue demoledora. Sus ejemplos eran tan dolientes que, incluso, causaban hilaridad entre el público presente. Pero las consecuencias de la exposición a estos contaminantes no son un asunto menor, sino todo lo contrario.
El kit de la cuestión es: ¿Por qué asumir riesgos completamente innecesarios?
¿No hay otros productos que pueden proteger los alimentos sin contaminarnos a nosotros y son contaminar los ecosistemas?
¿Por qué los gobiernos no ayudan, con incentivos fiscales y de todo tipo, a las industrias no contaminantes, en vez de apoyar los negocios petrodependientes?
Autora: Ángeles Parra
Fuente: Vida Sana