“Expreso a la querida población de Ecuador, Bolivia y Paraguay mi alegría de encontrarlos en su casa” dijo el Papa Francisco a poco de iniciar su gira por este continente. Una frase simple y cordial, pero tras la cual hay una definición de fondo: hay alegría cuando los seres humanos pueden mostrar su entorno, su casa, en equilibrio con los fundamentos de la vida y el futuro. Equilibrio con el medio ambiente, al cual el Papa acaba de llamar a entenderlo en todos sus alcances. Es simbólico que Francisco haya entregado al mundo su Encíclica Laudeate Si justo antes de esta visita a tres países con fuerte población indígena y con culturas originarias donde el respeto a la Tierra, a la Pacha Mama, es centro de su cosmovisión. Ha sorprendido a todos con ese texto que, si bien, es sobre el cambio climático, en su contenido profundo va mucho más allá. Apoyado en la certeza de lo que dice la ciencia y en las verdades de su religión, es categórico en señalar que el cambio climático es obra del ser humano y en gran medida por la explotación de los combustibles fósiles.
La fuerza de la argumentación del Papa es muy grande. Incorpora, además, el tema de la preservación del agua. ¿Cómo preservarla? ¿Cómo dar prioridad al agua para consumo humano? ¿Cómo señalar y cuidar este elemento que está llamado a ser lo que fue el petróleo en el siglo 20? Si es urgente reaccionar ante el cambio climático, si hay que preservar el agua, estamos hablando de esa espiral donde hemos entrado en la cual se degrada la biodiversidad en nuestro planeta. Y Francisco indica la región del Amazona, que se deforesta; la cuenca fluvial del Congo, que no se respeta; y el retroceso de los glaciares en el Polo Norte y Sur.
Por supuesto, este es un tema clave en el futuro de nuestra región, tanto para ella misma como para sus vínculos con el mundo. Sólo un dato: el Acuífero Guaraní es un reservorio de agua dulce que se extiende por debajo de la superficie de partes transfronterizas del Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay con un volumen de agua estimado de 37.000 Km3. Y por la superficie van los grandes ríos y sus afluentes, en las cuencas del Orinoco, el Amazona y el Rio de la Plata.
Si a ello agregamos las reservas de los hielos patagónicos, se constituye un todo que llama a recibir esa reflexión del Papa con especial cercanía. Sobre todo si tomamos nota que al 2030 el 47% de la población mundial estará viviendo una fuerte escasez de ese elemento.
Francisco señala con gran convicción que la degradación ambiental obliga también a prestar atención a lo que llama la degradación humana. Es aquella derivada del vivir cotidiano de los pobres y excluidos de este mundo. Son consecuencia de esa otra contaminación: la que hace ciudades irrespirables, la que genera concentraciones urbanas con crecimiento desordenado, la que hace aparecer favelas y poblaciones callampas.
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