Se estima que cuatro millones de personas viven del reciclaje informal en América Latina y el Caribe. Trabajan en condiciones peligrosas e insalubres. La mayoría de estos recicladores están marginados social y económicamente y su sustento se basa en lo que otros desechan. Sin embargo, también hacen una importante contribución ambiental en un sector que suele carecer de los medios para llevar a cabo la gestión integral de residuos sólidos.

Alrededor de 30% de los recicladores de residuos en Perú son mujeres, muchas de las cuales deben conciliar su papel en el ámbito doméstico con el trabajo asalariado. La población de recicladores informales es uno de los colectivos más vulnerables y excluidos, dada la falta generalizada de capacidades, el estigma, el ambiente de trabajo poco saludable y la falta de reconocimiento y apoyo.

En la ciudad peruana de Arequipa, tres cuartas partes de los recicladores formales e informales son mujeres. ONU Medio Ambiente y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, a través de la Iniciativa de Pobreza y Medio Ambiente y el apoyo de los Voluntarios de las Naciones Unidas, están ayudando a transformar la relación entre los recolectores de residuos, las comunidades y el medio ambiente con un fuerte enfoque de género en el contexto particular de esta ciudad.

Alicia Cruz, una sonriente mujer de 48 años, se despierta a las cinco de la mañana para comenzar su día. Prepara un plato de pollo y arroz para ella y sus compañeros, entre los que es bien popular para hacer frente al día que empieza. Se lleva una parte de lo cocinado, pero deja la mayoría para cuando sus hijos regresen de la escuela.

Se pone su uniforme azul impecable, botas negras, guantes y sombrero para el sol y se va a trabajar. Después de alrededor de una hora de viaje, Alicia llega a una tranquila zona residencial de la ciudad peruana de Arequipa y comienza a trabajar.

En la primera casa, un ama de casa le entrega una bolsa llena de botellas de plástico verde a Alicia, quien a cambio le da una bolsa vacía que recogerá cuando esté llena la semana siguiente. El intercambio es breve pero agradable. Cada bolsa recolectada de las casas que Alicia visita se colocan junto a la cerca de un parque cercano. Después son recogidas por camiones, llevadas a un centro de recolección y pesadas. Esta mañana el recorrido de Alicia incluye dos grandes bolsas de botellas, dos bolsas de latas, una bolsa de periódicos y una bolsa de plástico de diversos materiales. Ha sido un día de trabajo aceptable. Cada miércoles Alicia visita unas cuarenta casas.

Esta rutina sin complicaciones aparentes ha cambiado la vida de las mujeres que integran la Asociación Vida de Reciclaje.

En Perú, la Iniciativa de Pobreza y Medio Ambiente apoya al Ministerio del Ambiente en la generación de un modelo de gestión sostenible que incluye la perspectiva de género en el sector de la gestión de residuos sólidos. El modelo busca incorporar recolectores informales, una de las ocupaciones más estigmatizadas y vulnerables del país, en el sistema formal a través de programas de separación y reciclaje.

La iniciativa forma parte del programa «Gestión Integral de Residuos Sólidos para la Inclusión y Desarrollo Sostenible» de la autoridad peruana, que tiene como objetivo cambiar la relación de la comunidad con su hábitat y los medios de vida.