Curití es una población santandereana enclavada en la cordillera Oriental, a menos de media hora de San Gil, en la vía que conduce a Bucaramanga. Desde la carretera central, en el fondo de la montaña, se ve la población que parece sacada de un paisaje de la Colonia, en donde las fachadas rústicas, las calles empedradas y los balcones de época hablan de sus 344 años de antigüedad.
Justo antes de entrar al pueblo hay un desvío que conduce a la finca ecológica Villa Lucy, el refugio creativo de Hernando Quintero y su familia. Allí, desde hace cuatro años, este ingeniero electricista, de la Universidad Industrial de Santander, construye con espejos, vidrios, tornos y herramientas artefactos que buscan proteger el medio ambiente.
“En nuestra finca tenemos 14 sistemas ecológicos que funcionan permanentemente y sirven para ahorrar energía, proteger el agua y reutilizarla. Todo se hace a través del uso de energías fáciles de manejar como la solar”, advierte con tono pedagógico Hernando, como le gusta que le llamen.
A unos 20 metros de la casa, en un área despejada, muestra con orgullo su estufa solar, una estructura similar a un cono invertido hecho de cartón y recubierto en fibra de vidrio. El embudo está forrado en espejos que proyectan los rayos de sol a la olla donde doña Julieta acomoda el pollo, el pescado y la carne. Después de cuatro o cinco horas de buen sol quedan perfectamente cocinados.
A sus 50 años Hernando goza de un envidiable estado físico, ya que pedalea entre 15 y 25 kilómetros diarios, pero no en cualquier bicicleta, lo hace en su caballito de acero estático al que le adecuó un generador con poleas y correas que transforma cada pedalazo en energía eléctrica.
“El mismo ejercicio que hace una persona en el gimnasio para perder peso, lo puede realizar en esta bicicleta, en donde además de licuar un jugo, puede cargar una batería que le sirve para prender un televisor o en la noche encender bombillos”, explica Quintero.
La reutilización del agua es su desafío, en cada techo y canal hay un tanque en el que almacena el agua lluvia y luego, por gravedad, la lleva a un parque infantil y a los potreros de ganado. El juego infantil del “sube y baja” y una escaladora artesanal fueron convertidos en bombas hidráulicas que impulsan el agua a los aspersores que riegan la huerta y los pastos.
Otra de sus apuestas es el sanitario ecológico seco. “¿Usted sabía que la cantidad de agua que gasta una persona en el baño durante un año es la misma que necesitaría un ser humano para vivir 44 años? En el sanitario seco no se gasta ni una sola gota, sólo tierra, que en un proceso ecológico de compostaje se convierte en abono natural”, asegura Quintero.
Semanalmente Hernando recibe delegaciones de colegios, universidades y turistas que se apropian de sus experimentos, los disfrutan y le proponen nuevas ideas para proteger de una manera simple el medio ambiente.
De Elespectador.com